—¿Qué ocurre por el medio para que quienes crean la primaria acaben dimitiendo como jefes de servicio en diciembre del 2018?
—Fue un proceso extraño. Los jefes de servicio habían sido los líderes de los centros durante muchos años. Nos dimos cuenta de que cada vez teníamos menos recursos. No es que pensemos que se quieren cargar el sistema, es una cuestión de meter recursos. En un momento dado, se hizo insostenible: no se cubrían bajas y vacaciones, las consultas estaban desbordadas, los cupos empezaron a doblarse... La primaria de Vigo siempre ha sido muy dinámica y los jefes empezamos a reunirnos y a planteárselo a la gerencia. Como no fue muy receptiva, se fue perdiendo la confianza y dimitimos. Renunciamos a nuestro sueldo, por cierto, que es algo que me enorgullece.
—Y usted fue el portavoz.
—Sí, igual porque soy el más alto.
—Tres años y medio después, ¿de qué sirvió?
—Los conflictos que no se plantean no existen, y son los que se pierden. Desde entonces, la primaria no ha dejado de estar en los medios. El covid constató los problemas. Mejorarla ahora es una cuestión de voluntad social, no solo política, de que sea una prioridad. Pero es que una sociedad enferma no tiene futuro.