La obra pública de Vigo se financió con un impuesto sobre el pescado

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO

Felipe V otorgó al Concello el privilegio después de las pérdidas ocasionadas en octubre de 1702 por la batalla de Rande

11 abr 2022 . Actualizado a las 11:07 h.

Un año después de que la ría de Vigo viviese la batalla de Rande, en octubre de 1702, el rey Felipe V concedía a la entonces villa el cobro de un impuesto muy importante para la economía municipal. Aquella orden real de 1703 establecía que se cobrase un real por cada caballo que participase en el transporte de pescado fresco o salado con destino al interior de Galicia. Asimismo, el Ayuntamiento cobraría cuatro reales a cada uno de los carros que se viesen involucrados en el transporte de ese género. Con ese dinero, el gobierno local pudo afrontar obras de mantenimiento en la población.

Sin embargo, el privilegio municipal no duró demasiado tiempo, ya que otra real cédula, datada el 20 de febrero de 1783, revocaba el cobro de esos importantes impuestos. Se alegaba entonces desde la Corte que con ello se pretendía favorecer el creciente negocio que estaban realizando los fomentadores en la zona.

Esta situación fue criticada en numerosas ocasiones por los miembros del Ayuntamiento de Vigo. En agosto de 1799, los miembros de la corporación olívica volverían a reclamar el restablecimiento de aquella tasa tan importante para el erario vigués. Lo hacían a través del procurador síndico general, uno de los dos cargos municipales que eran elegidos por la población masculina de Vigo.

José Antonio Alonso Cairo, que años más tarde sería el juez-alcalde destituido antes de la invasión francesa, exponía al resto de componentes del gobierno que era necesario reunir dinero para afrontar el enlosado de las calles y, especialmente, de la colegiata. En este último lugar, decía el síndico que «no guarda la corrupción de los cadáveres que en él se depositan por falta de cimentación, resultando de ello muchísimas enfermedades». Entonces, el cementerio estaba instalado en aquella iglesia y su entorno.

El alcalde de la Reconquista

De las calles, Alonso Cairo señalaba que «ofrecen tanto de noche como de día una multitud de riesgos y peligros no tan solo en el mucho tránsito de carros y ganado de carga sino también en el de sus vecinos y transeúntes». Proponía, para conseguir el dinero suficiente para afrontar estas tareas, reclamar la restitución de aquel impuesto. Añadía el entonces procurador síndico general que aquel impuesto no influía en el fomento de la pesca porque lo pagaban los consumidores de los pueblos del interior, con el aumento que suponía el transporte hasta sus poblaciones.

No obtuvo una respuesta positiva la propuesta, como tampoco la tuvo unos años antes la petición de poner un impuesto sobre el consumo del vino para arreglar las calles y la colegiata.

El tráfico de carros dedicados al transporte de pescado ocasionaba notables perjuicios a las calles de la villa por donde pasaba. De hecho, en varios autos de buen gobierno emitidos en los primeros años del siglo XIX se establecían una serie de limitaciones para la circulación de cierto tipo de carros. Las vías de acceso entonces a O Berbés eran dos. Estaba la bajada por la calle Real, también conocida como A Faixa, que permitía acceder a los carros que entraban en Vigo por O Pracer, calle que entonces desembocaba en la actual plaza de A Constitución, y los que accedían a través del camino real que recorría el Areal para acceder a la zona amurallada por la puerta de A Gamboa. La otra posibilidad era tomar el camino que iba por debajo del convento de Santa Marta y se dirigía hacia Peniche. Este camino tuvo que ser reparado en 1803 debido al intenso tráfico que soportaba. La corporación tuvo que prohibir el acceso con carros que tuvieran ruedas con resaltes de metal.