Rodrigo Conde: «Sabía que se cerrarían puertas al renunciar a Tokio, pero me compensa»

M. V. F. VIGO / LA VOZ

VIGO

CEDIDA

Un año después de tomar la decisión de no ir a los Juegos, asegura que ha podido volver a ser él mismo

24 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El remero Rodrigo Conde (Moaña, 1997) es un deportista feliz. Hace un año, renunció a los Juegos de Tokio, para los que había clasificado al bote español de doble scull, pero a cambio ganó volver a ser el que era. Tomó la decisión seguro de lo que hacía, saturado por la dificultad que le suponía mantener el peso, llegando a poner en riesgo su salud. Cambió la categoría ligera por la pesada y París 2024 es su objetivo junto con su compañero Aleix García. Cree que están en la dirección correcta.

—Se cumple un año de su renuncia a los Juegos y su cambio de categoría. ¿Qué balance hace?

—Estoy supercontento. La única pega que le pongo a la decisión es no haberla tomado antes, allá por octubre después de la primera ola de la pandemia. Tenía que haberme dado cuenta de que no estaba para competir en peso ligero. Los entrenadores no entraban en razón, pero tenía que haberlo hecho entonces. Por el resto, estoy feliz y esperando a ver cómo vienen los resultados ahora.

—¿Nunca llegó a dudar de si había hecho o no lo correcto?

—¡Todo lo contrario! Tuve años buenos en peso ligero donde podía competir dentro de una normalidad, pero luego fue seguir forzando hasta acabar saturado y querer dejarlo todo. Ahora vuelvo a ser el yo de antes y voy como una flecha hacia arriba, no paro de mejorar.

—¿Cómo ha cambiado su vida?

—Estoy mucho más motivado, puedo sacar los entrenamientos mucho mejor, porque tengo otra capacidad de asimilarlos y entrenar mucho más fuerte. Los resultados se van viendo y a nivel físico he pegado un cambio espectacular. Ahora falta pulir detallitos en el agua con mi compañero Aleix. Todo va sobre ruedas, no he tenido ninguna lesión pese a darle mucha caña y es de lo que se trata, de ser capaz de llevarlo así todos los días.

—También se ha liberado de la tortura de la báscula y la comida.

—Más que la comida, el problema eran las deshidrataciones que tenía que hacer. Sigo manteniendo una buena alimentación y, además, me cuesta mucho menos, porque no tengo esa ansiedad de cuando sabía que iba a tener que pasar hambre. Como menos que antes y me siento más sano, porque cuando la cabeza funciona, el cuerpo va detrás.

—¿Cómo vivió los Juegos?

—Me pidieron algunas emisoras que los retransmitiera y dije que sí, pero pensaba que me iba a doler un poco, que me iba a costar e iba a pensar que tenía que estar allí. Pero no. Lo veía desde casa y me daba aún más cuenta de que no era mi sitio. Sí me queda pena de no haber competido, pero el momento de verlos no fue tan duro como esperaba. Pensaba en que lo mal que lo tendría que haber pasado para estar no me hubiera compensado para nada.

—¿Recurrió a ayuda psicológica para asumirlo de ese modo?

—No, no lo necesité, porque desde que lo anuncié, fue como sacarme mil kilos de encima. Fue una liberación brutal. Fue decir: «Ya no tengo que pensar en el peso, solo en mejorar, ser más rápido y ya está».

—¿Es París un objetivo factible?

—Por supuesto, totalmente. Aleix y yo hemos mejorado mucho individualmente y como bloque y el año pasado, en la repesca, nos quedamos relativamente cerca de clasificar. Él apenas tenía 20 años y yo venía del peso ligero y no estaba para competir con esa gente. Fue muy prematuro. Ahora está saliendo todo muy bien, nos estamos poniendo fuertes a nivel físico y cuando empecemos  con la velocidad de cara a las competiciones tenemos que sacar todo lo que estamos entrenando ahora.

—Comentó que en la élite ha aprendido que cuando las cosas van bien, todo el mundo está ahí, pero luego, no. ¿Lo sintió cuando dejó de ser futuro olímpico?

—Sí, pero eso es el deporte de alto nivel y no se va a poder cambiar nunca. Cuando clasificamos, estaba todo el mundo en el pantalán, la selección, todo eran abrazos y palabras como «siempre confiamos en vosotros», lo típico. Cuando Aleix y yo nos quedamos a poco de clasificar en la repesca, el único que estaba era nuestro entrenador.

—¿Se ha llevado decepciones?

—No. Tenía claro que se me cerrarían puertas que se habían abierto por ir a los Juegos, pero entraba dentro de la decisión y me compensa. Es lo de siempre: cuando ganas, está todo el mundo para felicitarte y ponerse para la foto; cuando pierdes, tus padres, tu entrenador y poco más. No es por nadie en concreto, lo de que se está al lado del caballo ganador es en general, es como se vive. 

—¿Cómo tienen programado este año?

—Ahora nos vamos el próximo lunes tres semanas a Sierra Nevada a entrenar la parte física en altura; luego estaremos tres semanas en Sevilla preparando el Trial de Primavera, donde se deciden los botes, y luego, tendremos la primera Copa del Mundo y más adelante, el Campeonato de Europa y el del Mundo a finales de septiembre.

—¿En qué posiciones cree que se pueden mover?

Es complicado, pero siempre somos exigentes. Creo que deberíamos estar en el Europeo peleando por las finales, estar entre los ocho o los seis primeros sería un buen resultado para este primer año. El que viene ya es el clasificatorio y queremos estar lo más arriba posible. Pero tenemos un año más por delante para prepararnos.

—¿Resulta complicado adaptarse a un nuevo compañero?

—Siempre tuve mucha suerte en eso. No solo somos compañeros de entrenamiento, sino que nos entendemos muy bien fuera, compartimos aficiones y eso ayuda mucho.