Tras avanzar en el catálogo de implantes para traumatología, surgió otro problema: «Para hacer un implante a medida tenía que subcontratar la fabricación, me tardaban una semana y me cobraban 750 euros. Cuando se lo decía a los veterinarios, no salía ni de broma. Entonces decidí que tenía que fabricarlos». En ese momento, en el 2013, Rodiño se asoció con el ingeniero Antón Rodríguez, especializado en producción industrial. «Compramos una máquina muy antigua, del 89, que iba con manivela y la pusimos en el garaje de los padres de Antón. En las nuevas instalaciones la colocaremos en la entrada como un monumento de cómo empezó todo».
«Sé lo difícil que es conciliar»
Beta Implants está tramitando la licencia para una nueva nave en la Plisan que, al igual que sus orígenes, hace referencia a Silicon Valley, con zonas verdes, rocódromo y sala de lactancia con ludoteca. «Soy madre de dos niños y sé lo difícil que es conciliar. En mi empresa no quiero que nadie tenga que sacrificar su vida personal, que puedan venir con sus niños». La media de edad es de 27 años, el 59 % de la plantilla son mujeres y el porcentaje de ingenieras llega al 50 %. Una proporción que nada tiene que ver con la que se da en las facultades. Cuando Rodiño estudió la especialidad de mecánica eran dos alumnas en clase. «En la carrera no noté ninguna diferencia entre chicos y chicas pero en el mundo del emprendimiento, sí. Iba a hacer una presentación y cuando bajaba a hablar con los inversores se dirigían a mi socio, cuando había sido yo la que había intervenido. Ha habido situaciones en las que me he sentido cuestionada y he tenido que sacar la mala leche. Creo que las mujeres necesitamos un extra de carácter para liderar». A base de empuje y empatía, fue construyendo un proyecto que le ocupa «todo el día». «Cuando empecé tuve que escuchar que de esto no iba a vivir, y aquí estamos. Soy muy terca y muy cabezota, tengo unos valores muy claros, sé lo que quiero y voy a por ello».