La subida de electricidad y plástico ahoga a los comedores sociales

María Jesús Fuente Decimavilla
maría j. fuente VIGO / LA VOZ

VIGO

cedida

Solo el de la Esperanza ha abierto sus puertas tras el cierre obligado por la pandemia

27 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Los comedores sociales están pasando apuros como consecuencia de la subida de los precios de la electricidad y el plástico. La acumulación de alimentos les obliga a disponer de cámaras frigoríficas y congeladores, lo que supone un elevado gasto. A esto se suma el consumo de las cocinas al tener que preparar la comida para mucha gente.

En Vida Digna cocinan una media de 650 menús cada fin de semana y se reparten para llevar. El comedor permanece cerrado desde que se inició la pandemia y aún no ha retomado la actividad. «Tenemos que cocinar y conservar los alimentos y para ello contamos con una cámara frigorífica y 18 congeladores. Hemos tenido que apagar tres o cuatro congeladores y donar algún producto para reducir el gasto en electricidad. Nos subió en torno a un 40 % y nos va llegando fragmentado en recibos», explica el responsable, Ricardo Misa.

Pero la presión económica no llega solo por la factura de la luz. Otro sector que les está ahogando es el de los plásticos con la subida que han experimentado.

«Lo de los plásticos es una auténtica barrabasada y no nos queda más remedio. La gente llega con el carro, pero hay que embolsar la comida antes, igual gastamos 500 euros al mes en táperes, además de las bolsas, cubiertos... Nos vemos apuradillos, es un 40 o 50 % más de gasto», añade.

Si le llega, dice, es gracias a la colaboración de empresas y otros estamentos. «Si a principios de la pandemia un kilo de bolsas de plástico le salía a la empresa que nos las facilita a 1,15 euros, en la actualidad está a 2,45; y el táper ha pasado de 9 céntimos a 17. Gracias a que somos una oenegé llegamos a acuerdos y nos dejan productos a precio de coste», indica Misa, quien destaca la importancia de hacerse visibles en las redes sociales.

M.MORALEJO

La problemática es similar en el comedor de la Misión del Silencio, donde reparten cien menús diarios. «El plástico subió muchísimo. Llegaron el otro día bolsas por valor de 600 euros y nos duran mes y medio. Es una fortuna. Y ya no digo la luz, que la subida nos afecta a todos. Tenemos frigoríficos industriales y arcones congeladores. Todo consume. Si una familia normal ya nota la subida, a nivel industrial es la perdición», comenta la hermana Guadalupe.

De momento siguen con el comedor cerrado. Pensaban abrir a mediados de diciembre, pero han preferido dejarlo para después de las Navidades, a mediados de enero, con la mitad del aforo y más turnos, lo que obligará a los voluntarios a un mayor esfuerzo para estirar el horario. «Algunos de los usuarios están vacunados, pero otros, es imposible, hay personas muy endebles», apunta. Esto les obliga a entregar el menú en táper y bolsas de plástico.

En septiembre estrenaron la cocina de gas y aún les falta por pagar 20.000 euros, que los van entregando a plazos «gracias a la comprensión del jefe de obra».

Abierto

El único comedor social que permanece abierto en la actualidad en Vigo es el de la Esperanza y no es ajeno a la problemática. Por sus mesas pasan a diario 120 comensales y cualquier subida de precios repercute en la economía. «Notamos mucho la subida de la luz y también del gasóleo para la recogida de alimentos. Tenemos tres cámaras de congelación y seis de refrigeración. Es un dineral», destaca Alicia Román, responsable del centro de la Fundación Casa Caridad Hogar San José. El comedor abrió hace apenas un mes tras el cierre de la pandemia. Sus responsables pensaron que había llegado el momento de cambiar los alimentos embolsados para llevar por la comida caliente en la mesa. Aunque el comedor abre de lunes a sábado, este último día entrega la comida del domingo.

La subida de precios afecta al único comedor social de O Morrazo, el de la Asociación de Caridad Santiago Apóstol, de Cangas. Sigue cerrado por la pandemia y los alimentos se distribuyen en bolsas. «Subieron mucho los gastos, voy comprando conforme puedo y de momento nos arreglamos. Una empresa nos regaló bolsas de papel y hay personas que traen bolsa y táper, aunque a veces tenemos que lavarlas», explica la responsable, Ángela Rodas.