Nadador por receta médica

VIGO

XOAN CARLOS GIL

Diego Santín comenzó a los cinco años para tratar su escoliosis, a los siete entró en el club y desde los 18 es entrenador

03 nov 2021 . Actualizado a las 02:06 h.

A los cinco años, a Diego Santín Méndez (Vigo, 2001) el médico le diagnosticó escoliosis y le recomendó la natación para sus problemas de espalda. Su madre lo inscribió en los cursillos del Náutico de Vigo y en el club sigue a día de hoy. A los siete, ya estaba en el equipo de competición, en donde se pasó media vida hasta que hace dos se convirtió en entrenador al lado de Sergio Silva, la cabeza visible de la sección. Hoy, no solo está consolidado en la faceta docente, sino que incluso se plantea volver a competir. Y eso, que de niño quiso dejarlo.

«Desde pequeño tengo escoliosis y entonces el médico le recomendó a mi padre que tenía que nadar, que me venía muy bien para la espalda y mi madre me metió en los cursillos y como siempre fui muy alto (mide 2.04 metros), me vieron que tenía planta para nadar y me cogieron para el equipo», recuerda de su desembarco en el Náutico. Sin embargo, la actividad no le llenaba. «No me gustaba, pero mi madre me obligaba a seguir y yo le doy las gracias por eso».

Aquella tenacidad de su progenitora ha permitido que tres lustros después, Diego disfrute como entrenador después de una larga etapa como nadador siendo crol y espalda su especialidad. «Entre estudios (está acabando un ciclo de entidades comerciales) y trabajo, estaba un poco quemado y a medida que se fueron yendo compañeros y amigos, me desmotivé un poco», cuenta de su salida de la piscina para dirigir desde el poyete.

Sus inicios como técnico fue en los cursillos de natación, fuera de la disciplina del club, pero una vacante lo cambió todo. «Yo estaba con los cursillos y como se tuvo que marchar el anterior técnico, Sergio, que fue mi entrenador toda la vida, me comentó si quería llevar las categorías inferiores y yo le dije que sí». A día de hoy, ya va por su segunda temporada y se encarga de las categorías promesas, benjamines y alevines. En este corto tiempo ya tiene claro que «me gusta más entrenar».

Desde el principio, Sergio Silva ha sido su gran apoyo. «Se portó súper bien conmigo, me dio mucha confianza y yo creo que respondí lo mejor que pude». Del titular del Náutico dice que aprendió cómo entrenar a los niños, cómo llevar diferentes situaciones cuando hay problemas y cómo saber recompensarlos cuando hacen las cosas como deben.

A favor de la adaptación también jugó su gran conocimiento de la casa. «Estoy en el Náutico desde los cuatro o cinco años, llevo aquí toda la vida, conozco a toda la gente y eso lo hace todo mucho más fácil».

Con respecto a sus tiempos de nadador, considera que la exigencia de los técnicos es a día de hoy un punto mayor: «Ahora exigimos un poco más, también tenemos más facilidades de las que teníamos antes y todo es más fácil, incluso con mayor flexibilidad de horarios, pero la base es parecida, viene siendo la misma».

Eso no significa que la natación haya dejado de ser una disciplina dura para quienes la practican a nivel competitivo. «La natación es un deporte sacrificado y si no te gusta entrenar para rendir a nivel de equipos deportivos, es complicado. Los entrenamientos son duros».

Frente a esta realidad, Diego intenta transmitir a los suyos que «mediante esfuerzo y trabajo podemos conseguir cosas bonitas, pero a los más pequeños no les doy mucha caña para que no se desmotiven». En sus categorías, los nadadores ya tienen entrenamiento en seco un par de días a la semana y agua todos los días, de lunes a viernes.

También les pone como ejemplo su propia trayectoria en la piscina: «Yo no era superbueno cuando era pequeño y a medida que fui creciendo, fui mejorando. Con esfuerzo, cualquiera pueda llegar a competir». Su altura le permitía «llegar antes al ser más largo», pero a cambio sufría en los virajes. «Sergio me decía que los hacía muy lentos».

Diego, que sigue dando clases en los cursillos de aprendizaje, tiene a su cargo a medio centenar de chavales, sobre todo a niños, a los que les deja «libertad para elegir (la modalidad) pero si veo que a un niño le gusta braza pero es mejor en mariposa o espalda, voy a intentar que tire por el estilo que mejor se le dé».

En su metodología de entrenamiento considera que debe imperar la diversión en edades tempranas: «En esos años hay que primar el pasárselo bien antes que la competición y yo los preparo para competir pero dentro de un punto en donde no estén súper exigidos». A partir de los diez años cambia todo.

Y a tenor del grado de satisfacción de los niños y el club, su idea funciona. «Por lo que tengo entendido, en el club están muy contento conmigo, los niños en general también y los padres no lo sé, nunca me dijeron nada». Él también está feliz, tanto que está pensando en tirarse a la piscina de nuevo como nadador. «Me lo estoy planteando».