Adolfo Campos: «Los empresarios no miden sus riesgos»

VIGO

M.MORALEJO

Director de la Fundación  Instituto Atlántico del Seguro, trasplantado y testigo de tres atentados, clama por el uso del seguro como respaldo ante las adversidades

12 oct 2021 . Actualizado a las 01:26 h.

Quizás influya el ámbito profesional al que ha destinado su vida, pero a Adolfo Campos (Vigo, 1958) no le hace falta hablar de seguros para hacer ver que la vida, además de una aventura, es un continuo riesgo. O quizás lo es por eso mismo, por lo imprevisto, por la interacción con los demás, con la naturaleza y con uno mismo. A flor de piel surge su condición de trasplantado. «No sé quién fue, no sé si era hombre o mujer, si era negro o blanco, si era alto o bajo, pero todos los días cuando me acuesto pienso en él o ella y le prometo que mañana lo haré mejor, se lo debo», dice el director de la Fundación Instituto Atlántico del Seguro (Inade). Un tumor en el hígado, la pelea por conseguir ser admitido en la lista de receptores de donaciones de órganos, la lucha por recuperar la salud y lograrlo desde hace diez años le ha dejado una profundidad en la mirada que permite barruntar que Campos es de los que pasa todo lo que ve por ese filtro que no siempre funciona, pero que solo los inteligentes adoptan para poder separar lo importante de las urgencias autoimpuestas.

Pero no solo las enfermedades causan riesgos. «Viví tres atentados de ETA», dice sin inmutarse, pero con un tono con el que no hace falta casi detalles para reiterar que la vida es cuestión de suerte, de unos metros más allá o acá, de un minuto antes o después. «Estaba viendo en la tele en el campamento de Araca (Vitoria) un capítulo de Mazinger Z —serie de animación japonesa que se estrenó en España en 1978— y un comando entró a tiros en una acción contra la bandera», cuenta como si fuera parte del capítulo del gigante metálico nipón que estaba viendo. Dos artefactos de la banda terrorista explotarían después también haciendo él la mili durante sendas guardias en el Gobierno Militar de Santander. «Nunca se sabe lo que le espera a cada uno», acuña dejando asomar su condición de hombre del seguro y ahora consultor de servicios para unos 1.500 corredores del sector de España y Portugal.

Hijo de trabajador del astillero Hijos de J. Barreras y de cobradora de facturas y limpiadora de oficinas, Adolfo Campos se encaminó como contable con su título de graduado mercantil en la viguesa gestoría Teijeiro, cuyo propietario le abriría la puerta del mundo de los seguros al frente de una agencia de la firma Andalucía y el Fénix Agrícola. El hundimiento de un camión cargado de arena en una obra en la calle Torrecedeira acabaría por hacerle ver que los seguros era un mundo enorme y que podía dar distintas soluciones para afrontar los riesgos que toda actividad supone. Creó en el 83 la correduría Campos y Rial, en el 99 el Instituto Atlántico del Seguro, y diez años después su fundación, con reflejo en las universidades de Santiago y A Coruña, con curso de posgrado y cátedra en esta última especializada en la gestión del riesgo y el seguro, la primera de España.

«Estudiamos aspectos en los que otros no reparan. Por ejemplo, hemos analizado la evolución de las empresas gallegas con más de cien empleados entre las crisis del petroleo de 1972 y la económica del 2008 y concluimos que el 82 % de esas firmas han muerto por distintas causas, pero en un 13% de los casos fue porque sus responsables tuvieron una ineficaz política de riesgos, no supieron gestionar los peligros a los que podían tener que hacer frente. El 25 % de la población activa de esa época perdió el trabajo al desaparecer sus empresas», relata mientras recita nombres como la textil Regojo, Álvarez, la constructora Rodolfo Lama, Vidrios La Florida o multitud de conserveras. «Sigue estando en el ADN empresarial, los empresarios, infinidad de ellos, no miden sus posibles riesgos, no saben gestionarlos». Reconoce que siempre es mejor no tener la necesidad de tener que echar mano del seguro, significará que ningún imprevisto ha sucedido, pero niega que una póliza se deba ver como un gasto. «El seguro no es una carga económica, es un instrumento financiero que te permite analizar y conocer tus riesgos», recalca mientras se teme que la sociedad haya aprendido poco de las pandemias, de los sobresaltos con los que se manifiesta el cambio climático o con cadencia cíclica la naturaleza, como ahora con el volcán de La Palma.

«Es bueno no tener que utilizar los seguros, pero no me explico cómo hay gente que sigue sin asegurar el mayor gasto que harán en su vida, el de su vivienda, que la pueden perder sin recuperar nada ante un incendio, una explosión, una inundación, un robo o hasta un volcán. Y me pregunto cómo los sindicatos no se centran en exigir conocer si su empresa tiene o no seguros que eviten que si pasa algo se queden los empleados sin trabajo», verbaliza Adolfo Campos en una lección resumida sobre un servicio que genera hoy en España 120 millones de contratos, entre coches, salud, vida, decesos, hogar, empresa... pero que le siguen pareciendo pocos.

Adolfo Campos se crio en el barrio vigués de Piñeiro, frente a la fábrica de Kas. En la foto, en alguna festividad de Lavadores con el mítico alambre de rosquillas.
Adolfo Campos se crio en el barrio vigués de Piñeiro, frente a la fábrica de Kas. En la foto, en alguna festividad de Lavadores con el mítico alambre de rosquillas. Álbum familiar

en detalle

-Primer trabajo

-En el puerto de Vigo, descargando pescado congelado de día y fresco por las noches para ganar dinero para los estudios.

-Causa a la que se entregaría

-Convencer a la gente de que se haga donante. Estoy aquí por una persona que desconozco. Hay que alabar a gente como Amancio Ortega que de manera anónima aporta muy frecuentemente medios aéreos para transportar órganos.