Un grupo de vigueses dedica sus vacaciones a ayudar en los campos de refugiados de Grecia

María Jesús Fuente Decimavilla
m. j. fuente VIGO / LA VOZ

VIGO

cedida

Los integrantes de Lápices y Colores colaboran con Remar SOS Internacional

04 oct 2021 . Actualizado a las 12:23 h.

Tras año y medio con movimientos limitados a causa de la pandemia, Lápices y Colores recupera los viajes solidarios echando una mano en uno de los lugares con más problemas sociales, los campos de refugiados de Malakasa, un pueblo a 40 kilómetros de Atenas. Tres vigueses de la agrupación, Gonzalo Cossío, Fernando López y Rosa Blanca Suárez han decidido invertir sus vacaciones en tareas voluntarias en colaboración con Remar SOS Internacional. A ellos estaba previsto unirse otras dos personas: María José Feijoo, también de Vigo, y Pilar Llaurado de Barcelona.

«Aunque teníamos información de Remar y de los medios sobre la situación de los campos de refugiados, ver cientos de familias enteras viviendo en contenedores, impacta. No son vacaciones en un cámping, es su día a día, su hogar después de haber perdido todo», comentan.

Al llegar a Grecia los refugiados son trasladados al campamento de Moria, en la isla de Lesbos. Después de comprobar su identidad pasan al campamento de Malakasa donde permanecen a la espera de que les llegue el asilo político. Todo esto puede tardar hasta seis años, dependiendo de que la persona tenga o no documentación. La mayoría son afganos, iraquíes y sirios.

A pesar del drama que supone la situación, la coordinación es perfecta, lo que consigue que la gente tenga un poco más de dignidad con las necesidades básicas cubiertas. De eso se encarga Pablo Fernández, de Remar SOS Internacional.

«Hay una especie de tienda donde se clasifica la ropa que llega en contenedores para que la gente entre a recogerla con organización y un contenedor dedicado a lavandería con 60 lavadoras», explica Rosa Blanca Suárez.

Trabajo no les falta. El campamento de Malakasa consta de dos partes, una con unas 1.500 personas, iniciada en el 2016, y otra más reciente, con 900

«En la lavandería la gente deja su bolsa de ropa sucia en fila y nosotros la recogemos, la ponemos a lavar y volvemos a dejar la bolsa fuera; cada uno recoge la suya y se la lleva para tender. En cuanto a la distribución de ropa, todas las mañanas se reparte un papel en cada casa (contenedor) y una persona de cada familia se acerca recoger lo que le corresponde. También llevamos comida a personas desahuciadas que viven en las calles», dice.