Implicación y pasión por el fútbol sala

míriam vázquez fraga VIGO / LA VOZ

VIGO

Oscar Vázquez

Una lesión de cadera le obligó a dejar de practicar su deporte, al que sigue vinculado de otro modo

13 sep 2021 . Actualizado a las 11:10 h.

Ángel Rodríguez (Vigo, 1973) es hombre de fútbol sala. Primero, como jugador, durante una época, compaginando con el fútbol once; ahora, ejerciendo de entrenador y coordinador del ED Vigo 2015, a donde llegó desde el Treboada con la confianza de un Julio Mougán al que sucedió en la coordinación del club vigués y al que tiene como un referente en lo deportivo y en lo personal, destaca.

De niño le gustaba el deporte «como a cualquier chaval», pero a la hora de elegir, no hubo dudas en que lo que más le tiraba era la modalidad de sala. Lo practicó hasta que tenía unos 34 años, calcula, el momento en que una lesión de cadera con la que sigue batallando a día de hoy frustró sus planes. «Tuve que dejarlo y luego, entre que te casas y con los niños ya no tienes tiempo para más, estuve un tiempo alejado», recuerda.

Aquella lesión fue un golpe duro. La disyuntiva era entre dejar el deporte u operar, y los médicos le consideraban muy joven para esa intervención, así que tocó colgar las botas. Con el tiempo, hace unos siete años, decidió empezar a formarse como técnico. «En mi cabeza seguía el fútbol sala, pero al no poder jugar, me anoté primero a un curso de monitor y ahí empezó todo», dice en referencia al camino recorrido hasta las responsabilidades que ahora ocupa.

Fue enlazando con cursos «más específicos» y ahora ya cuenta con la titulación requerida para entrenar a equipos semiprofesionales. La llamada del Vigo 2015 la recibió hace dos años, «en el año de la pandemia», especifica. «Estaba en el Treboaba y me llamaron diciendo que tenían buenas referencias de mí y que me querían incorporar al proyecto deportivo que inició Julio Mougán. No me lo pensé dos veces», revela. En esa primera temporada tomó las riendas del equipo infantil de autonómica, además de entrenar a los porteros del equipo sénior y ejercer de delegado covid del club. «Hacía un poco de todo», cuenta.

Y este curso ha sumado la nueva responsabilidad de la coordinación, mientras que los equipos que lleva ahora son el juvenil y el alevín, ambos de categoría autonómica. ¿Qué añadido le supone el nuevo cargo? Responde que es muy fácil de explicar: «Me toca hacer el seguimiento de todos los jugadores de todas las categorías, a los entrenadores, estar pendiente de si cualquiera necesita algo, problemas que surjan, estar en contacto con los padres...», enumera. Y, como hilo conductor de su labor, el programa formativo que establece las especificidades de cada categoría y las líneas maestras de la filosofía de la entidad.

En base a su experiencia con jugadores de todas edades, admite que disfruta más con los más pequeños, porque «en la etapa de formación ves evolucionar a los jugadores y eso es una satisfacción». También tiene en cuenta que a medida que crecen, los resultados van adquiriendo más relevancia. «Con los pequeños, aunque no se haya ganado nada, les has visto crecer y aprender, algo que te llena de orgullo», incide.

No oculta tampoco que de cara al futuro le seduce la idea de asumir el reto de un equipo que busque el rendimiento. «Todo llegará. Para eso estudié y tengo conocimientos, que un título nacional no es ninguna broma», comenta destacando el esfuerzo que le costó pasar un año yendo a Santiago para conseguir la titulación. «El día de mañana me gustaría dar ese salto, pero no tengo prisa», dice.

Destaca que son muchos los técnicos que se forman, pero que no todos son válidos y que el carácter es un factor clave para llegar. «Lo más importante es la implicación. Te puede gustar mucho un deporte, pero si no te implicas y no te formas, significa que no lo amas de verdad y no vas a ser un buen entrenador. Es como todo en la vida», valora Rodríguez.

Recuerda que se necesita dedicar muchas horas a preparar los entrenamientos y preocuparse de los jugadores. Y que esas horas, a veces, hay que robárselas a los suyos. «Es sacrificado, necesitas estar rodeado de gente que te apoye en lo que estás haciendo», máxime teniendo en cuenta que lo compagina con su trabajo en la rama de la seguridad.

Lo que menos le gusta del fútbol sala es, precisamente, que se confíe en entrenadores que no están lo suficientemente preparados, algo que ocurre y no de forma aislada. «Me fastidia cuando un club coge a una persona sin tener titulación. Incluso a un padre cualquiera y lo ponen a dirigir. Eso hace mucho daño al deporte y a los jugadores, porque no se les está enseñando correctamente», lamenta.

Él, por su parte, se siente reconocido por su labor, especialmente por el galardón al mejor entrenador en categoría infantil de la última edición de la Vigo Cup. Pero más allá de reconocimientos, asegura que para él ya es un premio que le hayan dado la confianza para coordinar el Vigo 2015, «un club de referencia del fútbol sala de la ciudad a nivel de formación», finaliza con orgullo Ángel Rodríguez.