El famoso muro de la estación de Urzaiz

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO

Arquivo Pacheco

En el año 1929 se concluyó el paredón que aguanta el firme de la calle en el tramo cercano a la llegada de los trenes

13 sep 2021 . Actualizado a las 11:10 h.

«¡Por fin! Se construirá el muro en el talud de la estación» titulaba el diario Galicia el 1 de febrero de 1923. La efusividad era debida a la sensación de peligro que tenían los vigueses cuando pasaban en invierno por la calle de Urzaiz. Cuando cuarenta años antes se construyó la estación, la empresa MZOV creó un enorme talud de tierra entre la calle y el acceso a la estación. El crecimiento de la ciudad y la llegada del tranvía y los camiones agravó la sensación, especialmente cuando las lluvias socavaban aquella montaña de tierra.

Tras aquel titular se daban algunas claves: «El Estado tiene concedido un crédito de 137.051,98 pesetas, habiendo una diferencia entre este y el importe del proyecto del Ayuntamiento de 33.981,44 pesetas, debiendo sufragar esta diferencia el municipio ya que se trata de embellecer esa parte de la ciudad».

En los días posteriores se fueron apagando el triunfalismo. La clave del retraso estaba en la posición de la compañía de ferrocarril. «Después de muchos años de discusión acerca de quién pagaría el paredón. Después de decidirse que fuese la compañía de ferrocarril, ha obtenido la empresa una sentencia que la exime de tal obligación. Es ahora el Estado quien ha de realizar la obra urgentísima si se ha de prever una posible hecatombe», añadía El Pueblo Gallego. «Pero parece aun así MZOV pone obstáculos al proyecto, pretendiendo que el muro se construya en tales condiciones que sobre él pueda edificar. Es decir, que después de haber logrado que se la exima de una obligación lógica, quiere utilizar en provecho propio lo que otros realicen», añadía.

La paralización llevó a convertir el muro en un tema de conversación tópico entre los vigueses, que seguían viendo el talud como una espada de Damocles que acabaría cortando el acceso sur a la ciudad. «Una enorme grieta, peligrosa para el transeúnte, hace prever el próximo derrumbamiento de unos cuantos metros cúbicos de tierra. Así, poco a poco, irá disminuyendo el ancho de la calle hasta que llegue a quedar cortada», recogía El Pueblo Gallego el 30 de noviembre de 1924.

Tras acudir a Madrid el alcalde Gregorio Espino, el Ayuntamiento recibió a comienzos de 1925 la noticia de que el Fomento había aprobado la construcción del «ya celebre» muro de la estación. No quiso decir eso que su construcción fuese una urgencia. Así un año más tarde, Gregorio Espino se reunía con el ingeniero de MZOV, Paniagua, para tratar puntos de la construcción del muro «cuyas obras empezarán en breve». No comenzaron tan en breve porque la empresa ferroviaria se negaba a ceder al Concello los metros necesarios para el emplazamiento del muro.

Hubo que esperar a septiembre de 1927 para ver comenzar las obras. Durante esos trabajos se produjeron dos accidentes laborales y la precipitación de un niño desde la altura del muro. Pero el peor incidente llegó el 6 de junio de 1928. Fue antes de que entraran a trabajar los obrero que desmontan el talud cuando se produjo un desprendimiento que dejó sin base una de las vías del tranvía y depositó en la parte baja del talud bastantes metros cúbicos de tierra. Debido a ello fue preciso hacer transbordo del tranvía, mientras que el tráfico de vehículos se desvió por las calles de Vázquez Varela y México.

12.467 pesetas

En septiembre de 1928, el Concello acordaba pagar el tercer plazo de la subvención municipal para la construcción del muro por un importe de 12.467,70 pesetas. Aquel proyecto tardó aún medio año en llegar a su fin. Entonces se planteó la necesidad de completarlo tanto en la parte superior, que debería ser acometida por la compañía ferroviaria, como en la bajada a la estación, que realizaría posteriormente el Ayuntamiento.

«Están llegando a feliz término las obras del famoso muro de la estación. No tendrán ya razón de ser las aleluyas y cuchufletas populares que más de una vez fueron aprobado comentario popular de la lentitud observada en la tramitación del expediente de construcción de tan necesaria e indispensable obra», se podía leer en la prensa local. Se dice que se observa la necesidad de completarlo no solo por razones estéticas y aseo urbanístico sino también por seguridad. «Formando ángulos rectos con el muro están los desmontes laterales; uno, el de la parte inferior, coronado por la travesía de bajada a la plazoleta de la estación que corresponde construir al Ayuntamiento de la ciudad», se leía el 14 de marzo de 1929 en El Pueblo Gallego. Ya en los años sesenta se completaría el muro con la parte que aguantaba la Vía Norte.