El Plaff, casi tres décadas entendiéndolo todo

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO

M.MORALEJO

La barra del Hotel Universal sobrevive porque Itos Domínguez la rescató en una subasta. Como no tenía bar, montó un local solo para mujeres, ahora mixto, en un momento difícil con un Casco Vello deprimente

07 ago 2021 . Actualizado a las 02:09 h.

La barra del Hotel Universal es una metáfora de la espiritosa vida del bar Plaff. La ourensana Itos Domínguez lo puso en marcha en 1992. Suena como a antes de ayer, pero ya han pasado casi 30 años desde que Freddie Mercury y Montserrat Caballé cantaron aquel año el himno oficial de las Olimpiadas en Barcelona.

Lo curioso es que la hostelera no tenía ninguna intención de montar bar alguno. Se formó como fisioterapeuta. «Daba masajes y también fui carpintera un par de años en el taller de una compañera», revela. «Pero un día me enteré de que subastaban los muebles del hotel y me fui con unas amigas a ver qué había. Fue ver la barra y la quise. Estaba en el salón central y tiene mucha historia, apoyados en ella han estado hasta reyes», advierte acodada en ella: «Está como estaba, ni pulí el mármol, que es de Carrara», especifica.

La barra acabó en el bajo de la casa de una amiga hasta que encontró dónde ponerla. Recuerda que ya entonces el Casco Vello le gustaba, pero no se parecía nada a lo que es ahora. «Les dábamos dinero a las prostitutas para que fueran a trabajar un poco más lejos, confiesa sobre el ambiente de un barrio marcado también por la delincuencia y las drogas por el que daba miedo pasar. «Había que echarle valor para pasar por aquí. Había gente que prefería llegar en taxi hasta la puerta», recuerda.

Pero encontró un local en la calle Oliva y no lo pensó más. «Era una tasca, Casa Texo, que llevaban dos personas mayores que querían traspasarlo». Como explica, la piedra estaba cubierta de cemento y también estaban ocultos los característicos arcos sobre los que ahora cuelga el logotipo de Eurovisión en letras plateadas. «Contraté a la decoradora Marta Villar para la reforma y descubrió que tenía muchas más posibilidades tras los muros».

Nada más abrir, «a pesar de cómo estaba el barrio, la clientela respondió enseguida». Ella conocía a mucha gente y eso era esencial, pero el panorama no animaba nada. El Casco Vello era casi un gueto, algo que ni fue ni nunca quiso ser el Plaff, que nació como bar lésbico pero ha ido abriendo el abanico a un tipo de público abierto y diverso donde caben todos los colores del arcoíris. «Nunca hemos cerrado las puertas a nadie que venga de forma respetuosa», asegura.

El Plaff era un éxito con fieles que lo siguen siendo hasta ahora, a pesar de que la pandemia ha mermado mucho las ganas de fiesta y hundido o tocado a buena parte del sector. «De horarios ahora no podemos hablar, porque van cambiando según la normativa sanitaria», reconoce. A la par relata que en su bar se cumple a rajatabla la normativa anticovid con la insistencia de una madre. «Es un estrés, terminas la jornada agotada por la tensión de estar atentos a todo, a decirles que no toquen aquí, que no toquen allá, que si el gel, se pongan la mascarilla, que no se levanten de sus asientos, que no se apoyen en la barra...», dice de un momento actual en el que no se puede bailar y eso, en el Plaff, es muy difícil. Casi un drama para llevar con paciencia. Que se lo digan a su Dj residente, Xavi Abad, aka Petard Pop. «Con él bailan hasta las lámparas», afirma Itos Domínguez del pincha de un bar que siempre se ha caracterizado también no solo por tener mucho ambiente, sino además, por tenerlo del bueno, un local muy divertido con música muy variada y sin complejos: «Aquí lo mismo suena Rocío Jurado que Rafaella Carrá o lo último que esté de moda», apunta

Derribados mucho ya los muros del estigma, la clandestinidad y el secretismo, el Plaff ha normalizado su existencia como lo ha hecho el colectivo LGTBI en la sociedad. «Vienen muchos heteros, ahora los gays acuden con amigos que no lo son pero buscan este tipo de bares donde las pandillas están mezcladas y no hay ningún problema», asegura aunque también advierte un repunte negativo. «Siempre hemos pulido mucho la puerta y lo seguimos haciendo», asegura en relación al filtro que franquea el acceso.

La hostelera recuerda que Vigo, urbe que ama más que Abel Caballero, que ya es decir, «siempre fue muy abierto», afirma sobre una ciudad que conoció de niña cuando venía a la playa con sus padres en verano, y que eligió conscientemente tras ir a trabajar a Madrid y dejar la capital dos años después. Para ella no hay ciudad mejor en el mundo (con permiso del exaltado señor que circula por las redes sociales gritando: ¡Viva Vigo, me cago en tal!). Y si no es ya Viguesa Distinguida será porque no la han oído decir en alto que le encanta, que está enamorada de ella, y hasta que es «súper cómoda», algo que solo puede afirmarse con el filtro ciego del amor. El Plaff también ha sido siempre un nido cultural, sede de la retransmisión de Eurovisión con apuestas y premios, cuna de la Fiesta del Orgullo, albergue de charlas sobre temas diversos, el sida entre ellos; espacio de reunión de pioneras feministas y colectivos LGTBI como el desaparecido Legais, cine club por iniciativa de la adicta Itos, que sigue viendo «dos o tres películas al día».

Desde 1992

Dónde está

Calle Oliva, 8. Casco Vello, Vigo