Dos veces por semana, pasan la tarde en el Café-Costura Vigo, regentado por Arantxa Fontenla. En la pequeña academia -y «club social», como lo llama su dueña- se juntan grupos «de lo más variopinto», presume Fontenla. Estudiantes de diseño, hijas que se animan a acompañar a sus madres y, en los últimos años, varios chicos. Vittorio, que estudia filosofía, emplea su «tiempo libre en hacer algo manual». Con mucho gusto y sin vergüenza, como Luis: «Es una tontería que solo se conciba a mujeres costureras; entonces los sastres, ¿qué son?».
Arantxa siempre enseña a sus alumnas y alumnos la importancia de aprovechar telas viejas y retales. Luis utiliza uniformes antiguos de Citröen para hacerse ropa de trabajo, y Vitto se ha estrechado ya todas las prendas que le quedaban grandes. La necesidad de abstraerse es un factor clave a la hora de entender cómo este tipo de actividades do-it-yourself («hazlo tú mismo») se están poniendo de moda. Pero muchos jóvenes, como Hélio Marcial, están son también conscientes de la necesidad de un consumo más sostenible: «Reciclo la ropa que me da la gente porque le queda grande o ya no la quiere». Haciendo sus propios patrones sobre estas telas de segunda mano, se ha confeccionado un vestido y está terminando su primera camisa.