«Perdí la risga por cobijar a mi cuñada»

Luis Carlos Llera Llorente
luis carlos llera VIGO / LA VOZ

VIGO

Luis Carlos Llera

El vendedor ambulante Ramón Gabarri lleva un año sin trabajo por el covid y dice que le han retirado una paga de 470 euros

13 abr 2021 . Actualizado a las 19:29 h.

Está sin ingresos e incluso le han quitado la renta de integración social. Ramón Gabarri es un joven de 28 años que siempre ha trabajado como vendedor ambulante. Como tantos autónomos, ha sufrido las consecuencias colaterales del covid. Gabarri sabe lo que es tener que emigrar desde su ciudad natal, Lugo, para buscarse un futuro mejor. Allí su familia se encontró con problemas no buscados que les obligaron a hacer las maletas hacia el sur.

Ahora le han eliminado la risga, la renta de integración social que da la Xunta a la gente sin recursos. Recibía 470 euros para su madre y él. Se los han quitado por alteración de la unidad familiar, según le han explicado. «Acogimos a mi cuñada, que se quedó sin techo. Yo no sabía nada. Así que voy a presentar un recurso. Quiero que entiendan nuestra situación», señala este joven que era tan solo un niño cuando llegó a Vigo desde el norte de Galicia. Su familia se ha dedicado, como otras de etnia gitana, a lo que mejor saben hacer, la venta ambulante y de metales para reciclar. «Me he dedicado a la chatarra y a las ferias. He estado yendo a las de Coia, Bouzas y también a Tui. Pero ahora estoy parado», dice Gabarri, que formó parte de la Plataforma Antidesahucios que dirigía Carlota Pérez, a la que guarda mucho cariño. Después de haber intentado ayudar a muchas personas sin hogar las consecuencias de la pandemia se cebaron con él y con su familia. «Dejé el puesto en la feria porque no podía pagar las tasas de ambulante», relata el joven, que es extremadamente educado y viste como un rapero.

«Cuando vino la pandemia no nos dejaron vender y no me daba para cubrir los gastos, así que tuve que cerrar el puesto que tenía que solo tenía unos seis metros de largo», cuenta. Indica que el precio de las tasas varía según el mercadillo y antes oscilaba entre 90 y 97 euros pero luego se subió a 120-130 euros al año. «Con las tasas y con los 300 euros que tenía que pagar al mes como autónomo y los seguros no me daba... porque solo de seguros son 25 euros cada tres meses».

Intentó salir adelante, pero hace un año: «Mi padre cayó enfermo y tuve que cuidarle. Él vive solo porque está separado de mi madre y lo tuve que cuidar». Su madre también es vendedora ambulante y también se quedó sin puesto.

Ramón apenas tiene formación y la trabajadora social le recomendó anotarse en el Picacho para obtener el graduado escolar en la escuela de educación permanente de adultos. «Cuando llegué allí me dijeron que el curso ya había comenzado y que no había plaza en el centro para formación de adultos. Se lo dije a la asistenta y no me creyeron. Menos mal que la Federación de Vecinos me asesoró para que en el centro me diesen un certificado que atestigua que lo que digo es verdad», relata Gabarri mostrando un informe emitido por el secretario del centro educativo.