El homicida de Chapela asfixió a su víctima para robarle droga y dinero

E. V. Pita / M.Moralejo y Ó. Vázquez (fotos y vídeos) VIGO

VIGO

Óscar Vázquez

La Policía Nacional descubrió que un cliente fijo de la víctima, dedicada al trapicheo, fue el último que la llamó el 27 de enero para pedir cita con la excusa de comprarle cocaína.

18 mar 2021 . Actualizado a las 01:30 h.

El acusado de matar a un vecino de Chapela en el mes de enero, M.M., de 42 años, era un cliente fijo que quiso darle un «paleo» a su vendedor de drogas, esto es, robarle la cocaína de gran calidad y el dinero que, según creía, guardaba en su vivienda. El sospechoso, detenido ayer y que pasó hoy a disposición judicial, le echaba en cara a su camello habitual, Roberto C.P., de 51 años, que le estaba engañando y le vendía cocaína muy adulterada. Se sentía enojado porque su proveedor lo tenía como un cliente de segunda clase a pesar de ser un comprador fijo. Al final de la mañana, el Juzgado de Instrucción número 2 de Redondela ordenó el ingreso en prisión provisional, comunicada y sin fianza de M.M. como  investigado por un delito de homicidio.

Todo apunta a que la situación al cliente se le «fue de las manos», se abalanzó sobre la víctima y la sofocó tapándole la nariz y la boca. Ya fallecido, lo ató de pies y manos con una cinta de embalar y le tapó la boca y cerró la casa con llave. El crimen fue el 27 de enero y el cadáver fue descubierto el día 30. El chaleco que le cubría la cara dio la señal de que era un conocido del muerto que estaba arrepentido.

Dado que la víctima siempre contactaba con sus clientes por teléfono antes de una venta de droga, la Policía examinó quién fue el último comprador en llamar al móvil del fallecido y descubrieron que era un vecino que vivía a un kilómetro de su vivienda. En el registro de la casa apareció una cinta adhesiva de embalar similar a la que fue usada para maniatarlo. El sospechoso al verse descubierto, colaboró con la policía. El implicado suma cuatro antecedentes por droga, malos tratos, amenazas y robo en vehículo.

Los agentes que investigaron el caso son los mismos que resolvieron el crimen de Ana Enjamio y el parricidio de Sárdoma.

La policía buscó en el río cercano las llaves con las que cerró la casa, prueba clave, pero no aparecieron.

El salón de actos de la comisaría de Vigo fue el escenario donde se ofrecieron estos datos. Comparecieron la comisaria provincial de Pontevedra, María Estíbaliz Palma Varona, y el comisario jefe de Vigo, Carlos Alfonso Valcárcel Araujo, el comisario jefe de operaciones (Jupol), el jefe de operaciones, el jefe de policía judicial, la responsable de Policía Científica y el jefe del grupo de Investigación Udev 2. En las pesquisas también participó la Brigada de Seguridad Ciudadana y la Policia Científica de Madrid. 

En la rueda de prensa se adoptaron medidas de distancia social para evitar que hubiese contagios entre los asistentes de los medios de comunicación. Es la primera vez desde el 2014, cuando fue tiroteada la agente Vanessa Lage, que la comisaría celebra una rueda de prensa para explicar los pormenores de una investigación. Solo hubo otra anterior a principios de la década del 2000 tras el hallazgo de un cadáver en Rande.

Estíbaliz Palma felicitó a todo el equipo de investigación porque se trataba de un delito muy grave y por la complejidad de su resolución ya que los agentes tuvieron que adentrarse en un entorno de la víctima encuadrado en un marco de trapicheo de drogas, por lo que fue difícil llegar al verdadero sospechoso.

La policía concluye que el cliente estaba descontento y sospechaba que su camello habitual le estaba engañando y le daba mercancía de baja calidad. Por ello, urdió un «paleo» para arrebatarle la droga y el dinero que hubiese atesorado con sus ventas. Lo llamó y quedaron en verse a la hora de la cena con la excusa de comprarle unas papelinas de cocaína, que era su especialidad. La víctima estaba con la cena puesta en la mesa cuando apareció su cliente, al que conocía bien, y lo dejó pasar.

No es que M.M. fuese un amigo de Roberto C.P. pero se conocían por temas «comerciales» porque era uno de sus compradores fijos. Una vez, dentro el implicado lo dejó inconsciente. La policía cree que el plan era solo robarle pero se le fue la mano, cómo él mismo reconoció al ser detenido. La policía cree que la muerte se precipitó por la tensión entre ambos, mientras el anfitrión estaba sentando cenando.Tras el crimen, cerró la casa con las llaves y las hizo desaparecer para retrasar lo máximo posible el hallazgo del cuerpo. En los siguientes días, ningún cliente suyo pudo contactar con él porque no daba señal y el sábado, día 30, a las 19.40 horas, una amiga preocupada por su ausencia, acudió a la casa y al mirar por la ventana vio el cadáver tendido en el suelo y alertó al 112.

La vivienda estaba ordenada, con la mesa puesta y dos sillas tiradas. En el cadáver apareció un perfil anónimo de varón de ADN que está pendiente de analizar, lo mismo que otras pruebas. Una vez que los investigadores centraron el crimen en un sospechoso, el último que llamó, lo sometieron a vigilancias y le hicieron seguimientos. El implicado no dio ninguna coartada para justificar dónde estaba a la hora del homicidio porque era evidente su autoría, según concluye la policía.

Entre las curiosidades de la «compleja» investigación del crimen de Chapela, destaca que fue la Policía la que tuvo que ganarse la confianza de los clientes que compraban droga a la víctima para que explicasen sus rutinas. Les garantizaron en las entrevistas en comisaría que no estaban persiguiendo delitos de drogas sino que solo les interesaba resolver el homicidio, razón por la que los compradores se avinieron a hablar y dar pistas. Así, los agentes de la Brigada de Homicidios pudieron reconstruir los últimos días del vendedor fallecido, que apenas salía de su casa en el número 8 de la calle de San Telmo, en Chapela, en la bajada a la playa de Arealonga. Recibía a su clientela con cita previa por teléfono, pista clave para hallar al criminal.

Uno de los enigmas es por qué el perro de presa de la víctima no ladró y se dejó encerrar en un cuarto. La razón era que el agresor era un conocido del fallecido y visitante asiduo de la casa, por lo que el perro no le atacó.

Aunque el homicida huyó sin el dinero, sí abrió y vació una caja de caudales con papelinas que guardaba el fallecido y que muchos toxicómanos conocían porque la habían visto en sus visitas a la casa para comprar. Esa fue otra pista que llevó a pensar que el móvil del crimen tenía que ver con el trapicheo.

La Policía quiso actuar con la máxima discreción porque el entorno de M.M. podía hacer desaparecer las pruebas que le implicasen si tenía noticia de que los agentes iban a por él.