«En el colegio de Gales donde estudiará Leonor pude competir en igualdad»

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO

XOAN CARLOS GIL

Begoña Recondo, viguesa de una familia obrera de Teis fue la única española que, con 16 años, recibió una beca completa para el centro educativo al que acudirá la princesa

20 feb 2021 . Actualizado a las 13:12 h.

Metafóricamente, a los 16 años, Begoña Recondo Burgo pisó la Luna. Una beca millonaria fue el Apolo 11 que transportó a la joven a otro planeta. Así pasó estudiar en el Instituto de A Guía, y vivir en los bloques del grupo sindical Espiñeiro de Teis (más conocido como Wichita por el ambiente pendenciero que se gastaba en los 80 esa zona del barrio obrero vigués donde de todas formas reconoce que fue «muy feliz»), a codearse con jóvenes de medio mundo, casi todos de posición acomodada, en un castillo de Gales rodeado de verdes prados.

Y es que Begoña, nacida en Caldelas de Tui en 1965, aunque su familia se trasladó a Vigo teniendo ella solo meses, vivió hace casi 40 años, una experiencia «maravillosa e inolvidable» en el UWC Atlantic College de Gales (Reino Unido), el mismo centro educativo al que el curso que viene acudirá la princesa Leonor.

La viguesa, que es profesora de inglés en un instituto en Gondomar, llegó a aquel privilegiado colegio británico por una carambola. Sus hermanas ya estudiaban con beca en la USC (una Historia y otra Psicología) y fue una de ellas la que de casualidad vio en un centro oficial, una revista que se llamaba Guía, donde encontró información (muy escasa entonces) sobre esa beca que concedieron a lo largo del tiempo distintos organismos y en aquel momento otorgaba el Ministerio de Educación. «Era solo una para toda España y ella pensó que era para mí», afirma.

Aunque le pareció una locura, su hermana la convenció de que con presentar la documentación y hacer una buena redacción, era pan comido llegar a Madrid, hacer la entrevista definitiva con su inglés justito y volar a Gales. Y así fue como la tercera hija de un electricista de Tui y una ama de casa de Salvaterra, que llevaba toda su corta vida, en el cole y en el instituto estudiando a base de becas, llegó a los pupitres de un señorial castillo que en apariencia es «muy de Harry Potter», admite.

«Soy de familia humilde y obrera, pero mis padres siempre se preocuparon por nuestra educación, que estudiáramos y tuviéramos así más oportunidades que ellos, y nos animaban porque además, no tenían medios ni para estudios en el extranjero ni para una simple academia», reconoce añadiendo que sus notas eran buenas «pero no me obsesionaba, me movía entre el notable y el sobresaliente», afirma.

Ella reconoce que la suerte fue importante, pero también el tesón que puso una vez allí, para ponerse las pilas con el nivel de inglés del que carecía. Está convencida de que el pasaporte fue la redacción en la que trasladaba a sus examinadores su motivación. «Creo que lo definitivo no fue el currículo o el nivel académico, sino la necesidad y las ganas de tener oportunidades que otra gente tenía y yo, por motivos económicos, no. Aquel funcionario, que se llamaba Irujo, confió en mí y en que yo debía estar allí», recuerda y apunta, en este sentido, respecto a personas responsables de otorgar becas, «que no tengan tanto en cuenta una décima en el nivel de inglés como otras cosas, porque el idioma lo cogerán enseguida allí».

En esos dos años, de 1982 a 1984, Begoña Recondo disfrutó de una magnífica experiencia aunque el primer mes lo pasó mal hasta que el idioma empezó a fluir (y aunque cuando los demás se iban a dormir a las 10 de la noche tras una jornada agotadora, ella seguía machacando el inglés).

Con el Príncipe de Holanda

A Begoña nunca le pareció que el ambiente fuera elitista. «Como persona nadie me hizo sentir fuera de lugar. No éramos iguales, pero allí, sí», asegura aunque reconoce que se notaba que no todos tenían la misma procedencia social. De hecho no es la primera vez que la realeza europea se entremezcla con su propia historia. En el segundo año de la gallega, uno de los alumnos, no en su misma clase, fue el actual rey Guillermo de Holanda.

En el Atlantic College, situado en el medio del campo, no había muchas tentaciones ni mucho que hacer en los 80. Como mucho ir al pueblo más próximo al súper. Ser adolescente no era como ahora. «Hace 40 años el mundo no era global. Para mis hijos es todo igual, pero yo antes de eso solo había ido a Portugal», reflexiona.

Tras aquella etapa de sueño siguió su formación, también con becas, entre la Universidad de Vigo y la de Salamanca licenciándose en Filología Inglesa. «Luego hice un posgrado en Estados Unidos, pero siempre quise volver a casa y siempre quise ser profe, enseñar en la Pública para dar oportunidades a los que tienen y a los que no, porque las merecemos todos si hacemos el esfuerzo», afirma. Tras dos incursiones breves en otros centros, lleva 28 años como docente en el IES Auga da Laxe de Gondomar aunque sigue residiendo en Vigo.

Gran defensora y orgullosa de su origen formativo, la valoración más profunda que hace de aquella experiencia es que «me sirvió para competir en igualdad» y le sirvió para darse cuenta de que su base educativa y sus profesores en Vigo habían sido muy buenos. «En el colegio de Gales estábamos diez en cada clase y todo el alumnado era seleccionado por sus notas, hasta los de posición más acomodada, pero había muchas medias becas. Como la mía, completa, muy pocas», subraya sobre una ayuda que cree rondaba entonces los cuatro millones de pesetas.

Compañeros. Sigue en contacto con muchos. Entre ellos hay desde médicos a profesores y amigos en nómina del Banco Mundial.

 Educación. La tolerancia y el entendimiento entre culturas se supone como base y más que disciplina, orden. También hacen servicio social, desde pintar casas a rescate en acantilados.