«Donde tú ves una rampa yo veo un peligroso tobogán»

alejandro martínez VIGO / LA VOZ

VIGO

Óscar Vázquez

Personas con discapacidad piden más sensibilidad a la hora de diseñar accesos

29 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada vez que sale a la calle con su silla de ruedas, Daniel Miretti debe enfrentarse a una rampa en su portal que no cumple la normativa. Está más inclinada de lo que debería para ser segura. «Bajo patinando», afirma para dar cuenta del riesgo al que se se expone con frecuencia al entrar o salir por el exceso de pendiente. Ana, su mujer lo confirma. «Es una rampa peligrosa», dice. Intenta salir de casa lo menos posible, sobre todo cuando llueve porque las ruedas de su silla resbalan y no sabe en qué momento se puede ir a los lados o fallarle los frenos.

El ascensor de su domicilio de la Gran Vía es estrecho. Tiene que subir solo porque no cabe un acompañante y hacer un trasvase a una silla auxiliar. La falta de unos accesos adecuados hace que sea complicada una tarea tan sencilla como entrar o salir de casa. Su situación es la de muchas personas con movilidad reducida que a lo largo de su vida cotidiana tienen que enfrentarse a innumerables barreras arquitectónicas o a soluciones mal hechas que sirven para cubrir el expediente pero que, en la práctica, no son funcionales e incluso peligrosas.

Además, sufren la incomprensión de comunidades de vecinos, que son reacias a invertir en obras de adaptación.

Daniel consiguió que la comunidad hiciera una pequeña rampa para salvar el escalón de la calle tras mucho insistir y después de que la Confederación Galega de Persoas con Discapacidade (Cogami) redactase un informe sobre su situación. Así pueden entrar en el portal sin depender de nadie. «Siempre hay alguien que pasa y te ayuda», afirma Ana, que ella no podía con todo el peso y agradece la solidaridad de muchas personas.

Pero la rampita de la acera fue una actuación mínima en comparación con la solución que aconsejaba Cogami, que consistía en eliminar la rampa interior e instalar un elevador vertical. «Donde tú ves una rampa, yo veo un peligroso tobogán», afirma Diego Piñeiro, técnico de accesibilidad de la confederación. «A día de hoy sí les ha permitido ganar en movilidad, pero mañana a lo mejor se les queda corto porque todos tendemos a hacernos mayores y perder capacidades», afirma.

Progresiva

La enfermedad de Daniel es progresiva. Trabajaba en el sector de la maquinaria pesada y hace cinco años se metió en un quirófano para operarse de una hernia discal. Fue una operación quirúrgica fallida que le provocó serios daños en el sistema nervioso y la pérdida de sensibilidad en una pierna. «La conclusión médica es que esto va cada vez a peor y no hay remedio», afirma Daniel. Primero andaba ayudado con un bastón, pero pasado el tiempo se hizo necesaria la silla de ruedas. Se encuentran en la lista del Plan de Vivienda de la Xunta con la esperanza de que en el futuro les adjudiquen una vivienda de nueva construcción que cuente con todas las medidas de accesibilidad.

Esta pareja argentina que lleva 20 años en Galicia tuvo que dejar su domicilio en un edificio de la calle García Olloqui porque carecía de accesos adaptados. Se fueron a vivir al piso de su hijo, donde al menos hay una rampa, aunque no cumpla la normativa de seguridad. Rampas con exceso de pendiente hay en muchos edificios del a ciudad. «Pasa bastante a menudo. Sobre todo en edificios que ya tienen una cierta antigüedad, donde se hicieron obras de adaptación con buena voluntad o para solucionar problemas concretos, sin control ni ajustándose a la normativa», afirma Diego Piñeiro. Cree que las obras de adaptación en ocasiones cuestan tanto que las comunidades de propietarios no son capaces de afrontarlas ni siquiera con las subvenciones recibidas.

No obstante, afirma que la situación está cambiando «a medida que la gente se va encontrando en sus carnes o en las de sus familiares con que el problema existe. Mucha gente no lo ve porque para ellos no existe como problema», afirma.