El hombre que cocinó 5 libros en la cuarentena

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO

M.MORALEJO

El publicista Chema Barros mató el aburrimiento del confinamiento estrenándose como autor a lo grande. Le dio para una pentalogía sobre cine, televisión, series, anuncios y noticias de portada

16 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Menos mal que, durante el confinamiento, a Chema Barros Tizón (Vigo, 1967) le dio por escribir libros, porque si se hubiera puesto a hacer pan o bizcochos, como la mayoría de los damnificados entre cuatro paredes por el coronavirus, a estas alturas habría montado un emporio panadero. Al publicista le dio por «cocinar» libros, así en plural, y en cuarentena llegó a cinco. «Sin parar, uno detrás de otro»», confiesa.

Tras toda una vida escribiendo para los demás, pero como copy en el sector de la publicidad y para cientos de proyectos muy diversos en el de la comunicación, Barros reconoce que nunca se había planteado escribir nada para publicarlo como algo propio, ya que esa tarea forma parte de una rutina laboral que comenzó muy joven, a los 18 años en Publigal. Sin embargo, la reclusión forzosa provocada por el covid-19 le convirtió, como él mismo define, en un Forrest Gump del teclado: «Empecé como un poseso y ya no paré». El primero -cuando pensaba que solo sería uno- lo dedicó al mundo del séptimo arte, «pero no quería plantearlo en plan crítico de cine ni estudioso ni mucho menos. Me apetecía hablar de las películas que a mí me habían marcado, divertido, que me hicieron llorar o reír y por qué. Para hacerlo ameno lo planteé como relatos cortos y a modo de acertijos. Cada capítulo lo titulo de una manera sugerente pero no es el título de la película, que lo doy al final», revela. Para no desvelar demasiado, avanza que una de ellas es La vida es bella. «La he visto docenas de veces y sigo esperando a que al final no fusilen al protagonista», lamenta.

Cuando acabó Mis películas grabadas quedaba mucho confinamiento por delante. Podría haberse puesto a limpiar, pero no. «Pude completarlo haciendo sudokus o un puzle de 5.000 piezas». Pero tampoco. Sí vio mucha tele y empezó otro libro, Historias de mi televisor, contando lo que la caja tonta le aportó a lo largo de su vida. «Y así me puse a recordar momentos memorables, como los tópicos, de Félix Rodríguez de la Fuente a los Payasos de la Tele o La clave», enumera explicando que lo planteó en el mismo estilo que el anterior, dando pistas para adivinar programas.

Escribió: Fin. Pero el confinamiento seguía allí, como el dinosaurio. «Yo lo que buscaba era una obligación diaria, como los kilómetros que me hacía en el balcón y al final hacía más que una jornada laboral al teclado», asegura. Llegados hasta aquí pensó: «Va a ser una trilogía». Esta vez eligió sus series favoritas. «Pero en vez de las de siempre, tipo Hombre rico, hombre pobre o El coche fantástico, escribió de otras también míticas, pero titulando cada capítulo con el nombre de un personaje secundario. Y pone de ejemplo a Chu Lin, el mayordomo de Falcon Crest, aunque no es una de las que aparecen. Lo terminó. Pero seguía sobrándole tiempo y aún no se podía salir de casa. Así llegó el cuarto, que decidió dedicar a lo suyo, a la publicidad. Lo tituló ¿Volvemos en 7 minutos? y, como explica, recuerda esa época en la que los spots televisivos «no solo no molestaban sino que jugábamos a los anuncios y nos gustaban». Como no hay quinto malo, sin despegarse del ordenador llegó Primeras planas, sobre las noticias más destacadas de los últimos 50 años. Y así acaba la historia de su pentalogía. O no.

Obras para gente que no lee

El autor carece de ínfulas literarias y no tiene problema en admitir que su producción bien podría ser un buen sustituto de las etiquetas de gel, una de las lecturas con más fans en el cuarto de baño. «Para mí, es un divertimento y así lo planteo. No voy de intelectual. Lo que escribo es algo que podría leer yo o personas que pertenecen a mi generación, nacidos entre mediados de os 60 a mediados de los 70, y tanto hombres como mujeres aunque la verdad es que por comentarios a posteriori, he notado que con ellas he empatizado más», admite.

Chema Tizón, que en su vida había escrito un libro, afirma que escribió los cinco que se largó de una tacada «para gente que no lee. Yo no sabría hacer una novela ni pretende suplantar a nadie», confiesa. Dedicado en los últimos tiempos al márketing digital, producción de contenidos y eventos físicos como congresos y presentación de productos, su agenda laboral se paró en seco y le dio por ahí. Saber moverse en ese ámbito le dio ventaja al no resultarle nada complicado diseñar sus obras y maquetarlas. Echando cuentas, a unas 200 páginas por libro, ha rozado las mil páginas y unas 300.000 palabras. Todo ello está en Amazon, en versión Kindle para descargas digitales, o en versión papel para leerlo como en la época de la que habla.