Para esto se utilizó un nuevo modelo de un instrumento que se llama congioscopio. Se trata de una cámara con la que los médicos pueden ver el interior del conducto biliar y que normalmente se introduce en el endoscopio, que llega a la zona de la intervención a través de la boca. Con este nuevo modelo no hace falta y pueden acceder a través del hígado.
Una vez roto el cálculo en pequeños fragmentos, estos se conducen al intestino y el paciente los acaba expulsando.
«Los radiólogos intervencionistas van a hacer un segundo procedimiento para colocar una prótesis biodegradable y así disminuir el riesgo de que se formen coágulos en el futuro», dice el jefe de digestivo.