«Sin verlo no nos íbamos a quedar»

m. v. f. VIGO

VIGO

M.MORALEJO

Juan y Noa Buceta siguieron el partido del Sárdoma desde un alto en As Relfas

10 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Una cosa es no poder entrar al campo y otra bien distinta, quedarse sin ver el partido. Lo tuvieron muy claro la jugadora del filial del Sárdoma Noa Buceta y su padre, Juan, espectadores de excepción del encuentro del primer equipo femenino del club vigués el domingo por la mañana ante el Viajes Interrías de Vilagarcía. Desde un alto donde la visión del terreno de juego de As Relfas era inmejorable, siguieron el compromiso sin perder detalle, contra viento y marea. Además de llevarse sus sillas de casa, tampoco se olvidaron los paraguas, que les hicieron falta en la recta final del partido, cuando comenzaron a caer unas gotas.

Era su segundo encuentro apostados en el mismo lugar, pero para esta ocasión fueron mucho mejor preparados. Porque en el debut del equipo de David Ferreiro como local, hace dos semanas, se habían sentado directamente en el cemento. «Fue idea mía llevarnos las sillas porque iba a estar mojado por la lluvia. Mi hija, al principio, era reacia, decía que a dónde íbamos con eso. Pero la verdad es que allí estábamos como Dios», comenta divertido Juan. No eran los únicos espectadores fuera del recinto, pero ninguno más iba tan bien equipado como ellos.

Cuenta Noa que compañeras de equipo y antiguos entrenadores que andaban por la zona, también pendientes del partido, se fijaron en ellos. «Se sorprendían bastante. El resto de los que estaban se pusieron detrás de la valla, pero para estar así, prefiero no ir, porque allí es muy difícil ver algo», dice ella. Esa posibilidad de no acudir sí que no la contempló en ningún momento desde que se supo que los partidos serían a puerta cerrada. «No se me pasó por la cabeza quedarme en casa. A no ser que juegue yo, voy a verlas siempre. Es mi deporte preferido y mi equipo», cuenta la futbolista de 14 años y jugadora blanquiazul desde los seis.

Juan tampoco se pierde un partido si las obligaciones laborales se lo permiten, y en ese sentido, la pandemia no fue impedimento. «El primer día fuimos y nos sentamos allí. Al llover este domingo, por eso se me ocurrió llevar las sillas de la playa, que las tenía allí a mano. Había que buscarse la vida, porque sin verlo no nos íbamos a quedar», afirma el progenitor. «Por suerte o por desgracia, nosotros estamos allí siempre», bromea.

XOAN CARLOS GIL

Aparte de que no escogieron un sitio cualquiera, sino que la visibilidad es muy buena en la ubicación escogida. «Es verdad que, acostumbrada a estar en la grada antes, se hace un poco raro, sobre todo por la distancia, pero la verdad es que se ve muy bien, el campo completo y desde otra perspectiva», valora Noa. Asegura que no corrían riesgo de no ver con claridad ninguna jugada, porque el lugar era el ideal para no perder detalle.

Su padre tampoco tiene queja de un emplazamiento donde segura que se sintieron «muy cómodos» y permanecieron durante todo el partido sin plantearse en ningún momento volver a casa ni siquiera cuando se puso a llover y tampoco a pesar del resultado adverso (su equipo cayó por 1-2, con un penalti en contra en la recta final). Además, lo vivieron «con tranquilidad» y no hubo ningún sobresalto que hiciera peligrar la estabilidad de las sillas, aseguran padre e hija entre risas.

El chófer del equipo

Juan Buceta forma parte de la familia del Sárdoma por partida doble, cuenta. Porque aparte de padre de una jugadora que no conoce otro club distinto del vigués, es empleado de la empresa de transporte con la que trabaja la entidad, por lo que tiene un contacto muy cercano con el mismo y sus integrantes. «Cuando van a jugar a Cantabria o a Asturias, normalmente soy yo el que las lleva. Conozco a casi todas las jugadoras, por no decir a todas», comenta. Quizás alguna de ellas se fijó también en él y Noa como espectadores en sus sillas. El entrenador, David Ferreiro, confiesa que sí lo hizo: «Me hizo mucha gracia verlos allí», señalaba ayer sobre esos dos espectadores incondicionales.

En cuanto a Noa, comenzó a jugar al fútbol «con seis o siete años» -calcula- y ahora ha pasado a formar parte del conjunto filial del Sárdoma. «Empieza este año en el B y parece complicado que juegue, pero ya iremos viendo», cuenta el padre, en referencia a que más allá de las categorías nacionales, el fútbol está parado por la pandemia de momento. Mientras espera a que llegue el momento de reencontrarse con el verde en competición, sigue tomando nota de las mayores.