Pero esa inaccesibilidad implica también que esos lugares son los últimos refugios, sin presencia humana, de un buen número de especies protegidas que encuentran allí la necesaria tranquilidad en el momento crítico de sacar adelante sus crías. Esos animales dejan sus huellas, y nosotros también: el entorno de esos banquitos en los montes poco a poco se van convirtiendo inevitablemente en un vertedero de basuras.
Y finalmente, como nos recuerdan en su excelente e imprescindible página de twitter desde Maltrato da Paisaxe, estos bancos suponen un modesto pero no por ello menor impacto paisajístico que a veces incluso se atornilla sobre elementos patrimoniales. Al clásico banco de Cedeira le acaba de nacer competencia en Acevedo, al fondo de la ría. Tengamos sensatez antes de que esto se nos vaya de las manos, y que no suceda como cuando un periodista de The Guardian (que evidentemente no las visitó un fin de semana de agosto) calificó la playa de Rodas en las Cíes como «la mejor playa del mundo» y que automáticamente, de manera entusiasta, la Xunta y el Concello de Vigo se agarrasen a esa opinión subjetiva y la divulgasen a los cuatro vientos, lo cual no le hizo ningún favor a la conservación de los valores naturales de las islas, sino todo lo contrario.