Guiado por la pasión por el fútbol base

Míriam Vázquez Fraga VIGO / LA VOZ

VIGO

Oscar Vázquez

Artífice de la Escola Fúbol Base Cangas, entrena ininterrumpidamente desde que tenía 15 años

26 sep 2020 . Actualizado a las 01:03 h.

Miguel Piñeiro Sotelo (Cangas, 1981) es un caso a priori peculiar en el mundo del deporte. Confiesa que no es un gran seguidor del fútbol de élite, que es capaz de preferir un cine a un duelo de Champions, pero que si el plan que se le propone es «un partido con los niños», ese vence a cualquier otro. «A mí lo que realmente me gusta es enseñar a los chavales», dice el que además de uno de los fundadores hace diez años de la Escola Fútbol Base Cangas es directivo, delegado y entrenador de uno de sus equipos.

Tampoco jugar al fútbol le llamaba demasiado la atención. Fue a la edad de 15 años cuando comenzó a ejercer de entrenador y ya nunca ha parado. «Tengo un hermano cinco años menor y cuando él tenía diez años, se quedaron sin entrenador en el equipo del colegio y me dijeron si quería entrenarlos. Así empecé», recuerda. Tras esos inicios en el fútbol escolar, donde pasó varios años, formó parte de otros clubes como Alondras, Cruceiro de Hío o Rápido de Bahía antes de poner en marcha su propio proyecto.

Lo hizo porque tenía claro cuál era la manera de trabajar el fútbol base que a él le gustaba y quería ponerla en práctica a su aire. «Soy una persona de carácter, les meto caña a los niños y si tengo que echar un grito, lo echo», comenta. Eso, desde fuera, le ha dado a veces cierta fama de «ogro y brusco», admite, pero nada más lejos de la realidad. «Los chavales si me pongo serio, con una mirada ya lo saben. Luego voy en el autobús y juego con ellos como uno más», explica. Y asegura que cuando llega el momento de cambiar de técnico, los niños no quieren que deje de entrenarles.

Para el club busca también un perfil similar al suyo. «Me gustan los entrenadores que hablen con los jugadores, que les estén encima pendientes, no callados y mirando cómo entrenan», indica. Valora que tengan iniciativa, lejos de proyectos en los que estuvo donde «había un coordinador que te decía los ejercicios que tenías que hacer». Y es partidario de mantenerlos las temporadas completas. «Es más, la mayoría llevan desde el principio. Igual que en el equipo juvenil que tenemos este año por primera vez, hay seis o siete chavales que llevan desde prebenjamines».

Sus funciones en el club son muchas y variadas. Aparte de ocuparse de la materia económica, también se encarga de «buscar chavales, hablar con los padres, organizar y contratar entrenadores...», enumera. Y tampoco pasa una temporada sin entrenar al menos un equipo. «Siempre había sido de fútbol 11, pero llegó un momento en que me cansé de los de trece años con las hormonas revolucionadas y ahora llevo fútbol 8», detalla. Durante varios cursos se encargó de los que subían de fútbol sala -donde se inician en el club los más pequeños, a los seis años-, pero en los últimos tiempos ha hecho una excepción. «Llevo tres años con el mismo equipo porque los resultados eran muy buenos y siguen funcionando y creciendo», dice en referencia al que en la campaña 2020-2021 va a ser su Benjamín A. Además también suple a cualquier entrenador que falte un día. «Si falla uno, ahí voy yo. Hago un poco de todo», revela.

Se siente orgulloso de haber conseguido, junto con el trabajo de otras personas, que la Escola Fútbol Base Cangas sea «una familia» de la que muchas veces los chavales no quieren marcharse aunque les surja la oportunidad. Y eso que los inicios no fueron fáciles. «Nos costó, sobre todo, por no tener campo de hierba», indica. Incluso ahora explica que algunos rivales se escudan en que ganan partidos por tener un campo de tierra, pretexto que él desmonta con facilidad: «Si también les ganamos en su casa, eso no sirve. Me horroriza que piensen que les superamos por eso». Comenzaron con tres equipos y ahora cuentan con juvenil, dos infantiles, tres alevines, dos benjamines, un prebenjamín de fútbol 8 y el conjunto de fútbol sala. Además, llegaron a un acuerdo con el Keniata de veteranos, que se integró en su estructura.

Pese al crecimiento, celebra que siguen siendo «una escuela familiar» donde el contacto con los padres es también fundamental. «Tenemos mucha confianza, saben que pueden hablar conmigo de todo. Los entrenadores también tenemos muy buena relación», comenta. El covid es un nuevo reto para ellos que están tratando de afrontar de la mejor manera. De nuevo a Miguel le toca supervisar todo para asegurarse de que continúan con su actividad de forma segura.

Su sueño pendiente es que «los chavales puedan disfrutar de un campo propio de hierba como los demás». Mientras lo ve lejano, seguirá esforzándose en un trabajo por el que se siente reconocido por los que le han visto de cerca. «Desde fuera a veces la gente es dada a juzgar, pero hay que conocer», zanja.

Desde los 15 años

La trayectoria de entrenador de Miguel Piñeiro comenzó cuando el equipo de su hermano menor se quedó sin técnico. Tuvo claro que lo suyo eran los banquillos y no vestirse de corto.

Amplia trayectoria Su carrera se ha desarrollado en el fútbol base de la comarca de O Morrazo, comenzando por los colegios y siguiendo por varios clubes hasta montar el suyo.