La pescadería que fluye por la ría de Vigo

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO

M.MORALEJO

Rebeca Rodríguez rinde homenaje a su madre, Morocha, continuando la saga que comenzó su abuela en la plaza de Cangas y crece en la ciudad con una tienda moderna donde atienden también por WhatsApp

12 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Escuchar a la canguesa Rebeca Rodríguez recitar su horario laboral (que, seguidas, solo le permite dormir tres horas y completa con cabezadas que sumadas nunca pasan de seis) ya agota solo de pensarlo. Pero cuando antes de eso ya advierte tajante: «¡Mi trabajo me encanta!», no se puede hacer otra cosa que pasar de la conmiseración a la sana envidia. Sana y sabrosa, porque ella es la dueña de la pescadería Morocha, un negocio que lleva el nombre de su progenitora y que tiene sus raíces en la plaza de Cangas, donde tienen un puesto desde hace tres generaciones. «La primera fue mi abuela», cuenta desde el local que abrió en Vigo hace casi dos años y que es el proyecto -una pescadería bonita ideada al detalle y con cariño-, con el que ella y su madre llevaban soñando media vida y que cumplió ella sola finalmente, tras el fallecimiento de Morocha.

Aunque Rebeca solo tiene 38 años, este verano, como recuerda, hará 21 que comenzó a trabajar en la pescadería familiar si empieza a contar en términos oficiales, porque ya iba mucho antes por allí, de niña, a vivir el ambiente del mercado como un juego. Nada que ver con la verdadera dureza de ese trabajo, ya que, según cuenta, su abuela, Mercedes García Germade, iba cada día ella sola a comprar al puerto de Vigo en el barco de Cangas, y regresaba al otro lado dela ría, al Morrazo en el mismo medio de transporte, en invierno o verano, lloviendo o con calor, con un carro lleno de cajas de pescado para vender en la plaza en la que entonces los puestos eran de piedra, característica que se mantuvo ya que aún eran así cuando empezó la nieta, que lo corrobora y vivió el paso de los pivotes de hierro con patelas al acero inoxidable. «De aquella la lonja abría más tarde, y ella y muchas otras mujeres, cogían el de las 6 de la mañana y a las 6.30 ya estaban allí. Con el paso del tiempo un pequeño camión hacía el servicio y ya se lo llevaban hasta el barco. Yo ahora llego a la lonja las 3.30 o 3.45 como muy tarde o te pierdes lo mejor», advierte añadiendo un dato singular sobre su abuela, ya que en el lugar de nacimiento de su DNI ponía Islas Cíes. «Era de las autóctonas de las islas», explica. Cuando se jubiló, su hija, también llamada Mercedes aunque conocida por todos como Morocha, fue la que continuó con el negocio aunque en esta saga todos tienen algo que ver con el mar, ya que su hermano era mayor de máquinas en barcos que iban a bacalao. Morocha tuvo dos hijos y aunque el varón también trabajó a su lado durante casi una década, la que ha mantenido el espíritu y ha seguido luchando por hacer crecer y modernizar el negocio ha sido Rebeca, que valora la pescadería como un sector comercial más cómodo que el que vivieron sus antepasados, y muy diferente, ya que había lo que se pescaba cerca, no tanta cantidad ni variedad de pescados como existe hoy, que llega de la costa de Portugal, Muros, Noia, Celeiro etcétera. De todas formas, ella subraya que en su tienda solo trabajan pescado y marisco de la ría y pescado de costa, «nada de importación ni congelado, lo único algo de langostino o camarón que viene ya cocido».

El establecimiento tiene clientela de toda la comarca y muchos compradores fidelizados en Cangas de veraneo, acuden a ella al volver a casa. La pescadería Morocha, con sendas sedes a uno y otro lado de la ría, es como el IBEX. El mercado fluctúa y según eso, se mueven las empleadas. «Cuando nos baja la venta en Vigo, nos sube muchísimo en Cangas», observa. En la tienda de la viguesa calle Oporto suelen estar Laura y Rosana, y en invierno también la dueña; y en el mercado de Cangas, donde suele estar Rebeca con su compañera Milagros Bastón, hacen al revés: se quedan tres en la plaza y solo una en Vigo porque en vacaciones hay menos movimiento en la ciudad. En la cabeza de Rebeca, que fue presidenta de la Federación de Plazas de Galicia, bullen muchas ideas que no tiene tiempo suficiente a poner en práctica porque ella hace de todo, desde elegir y comprar mercancía a atender a la gente y dársela preparada o ocuparse de las cuentas. Tiene casi a punto la página web y el WhatsApp le parece el mejor invento del siglo XXI. En Vigo tiene más de 300 contactos a los que cada mañana envía foto y precio para reservar sus pedidos y los recogen allí, limpio y listo para cocinar. «Muchos nos comentan que tenemos mucha variedad y que huele muy bien», afirma la profesional cuyo negocio también hace envíos a la península y sirve a restaurantes y surte a barcos además de vender a particulares.

Desde 1965

Dónde está

En Vigo: calle Oporto, 9.

En Cangas: plaza de abastos (Paseo de Castelao, 4).