La pandemia, una buena excusa para empezar a cuidar las playas

Antón Lois AMIGOS DA TERRA

VIGO

Óscar Vázquez

¿Y si en lugar de hacer un bocata de arena con asfalto levantásemos de una vez todas esas infraestructuras públicas y concesionadas para recuperar Samil?

21 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La playa nos empieza a llamar, y vamos a empezar un hilo que empieza con un pajarito, la píllara das dunas, una de nuestras especies en mayor peligro de extinción que vive justamente ahí. Tenemos noticias de cría confirmada en playas donde hace muchos años que habían desaparecido. En unas semanas, con la tranquilidad que disfrutaron hasta ahora, sus crías saldrán adelante y se independizarán. Esta excelente noticia la podemos ampliar a su contexto, el hábitat donde viven.

La vegetación dunar, con diferencia nuestra flora más frágil y amenazada, repleta de especies únicas, experimentó un crecimiento como pocas veces recordamos. Sirvan de ejemplo aquellas playas que contaban con cercados de protección en las que esa vegetación se ha saltado el confinamiento y reconquistó un poquito de terreno, que siempre fue suyo, hasta ahora reservado a toallas y sombrillas. Sería muy importante que cuando se acometan las labores de reparación de esos cercados, tarea que se suele hacer cada año por aquello de que las playas son ecosistemas dinámicos y se mueven, incluyeran ese terreno reconquistado. Deducirán que eso implica perder un par de metros lineales de espacio para torrefactarnos al sol, y no lo vamos a negar. Pero no se consuela quien no quiere, ya que de todas formas tendremos que olvidarnos de la masificación de otros veranos.

El siguiente reto será la limpieza. Todos los años, con escaso éxito a la vista de los resultados, desde los colectivos ecologistas y la comunidad científica se insiste en reconsiderar el concepto de «suciedad» en las playas. Las algas que arroja la marea no son basura, como las hojas en el suelo de un bosque tampoco lo son. Se trata de un elemento fundamental para fertilizar y servir de cobijo y alimento a una comunidad inmensa de especies que se adaptaron y no pueden vivir en ningún otro sitio, en un ambiente tan extremo como esas playas. Sin ese soporte vital las playas se mueren, como muertas están muchas de las que conocemos, concretamente las más urbanizadas y que soportan mayor presión. Muchas veces dijimos que si en una playa no vemos ni una sola alga, ni un solo bichito, ni una sola planta, tanto en tierra como en el agua, lo mejor sería salir huyendo. Y esperemos que a nadie se le ocurra la idea (sucedió en otras latitudes) de fumigar con lejía por pretender matar el virus y de paso matar absolutamente todo.

Otro reto será reorganizar el espacio, una vez asumido que el aumento del nivel del mar (2´5 centímetros por década en las Rías Baixas) nos deja sin arenales. La frase del Mayo del 68 en París, «bajo los adoquines está la playa», era rigurosamente cierta y aplicable a nuestro entorno. Lo recordamos esta semana al leer la propuesta de cubrir de arena los aparcamientos de Samil. El apartado de ideas peregrinas aplicables a las playas para estabular gente este verano nos va a proporcionar momentos gloriosos (cuadrículas, palitos, marcas, etc.), pero esa consiste en hacer un sándwich. Bajo los aparcamientos, el paseo, la carretera y los restaurantes está la playa. ¿Y si en lugar de hacer un bocata de arena con asfalto levantásemos de una vez todas esas infraestructuras públicas y concesionadas para recuperar Samil? Quizás parezca una idea muy loca, pero exactamente en eso consiste el proyecto de regeneración de todo ese espacio que sigue sin empezar. ¿No sería esta pandemia la excusa perfecta para empezar?

Olvidemos por un momento los beneficios ambientales de todo esto y recordemos la economía: ¿cual es la diferencia, la ventaja comparativa que podemos ofrecer para que el turismo visite nuestras playas y no opte por el Mediterráneo? Exactamente esa, la naturaleza, lo que en otros sitios se destrozó todavía más, que ya es decir. Apostar por conservar nuestra naturaleza litoral es apostar por el desarrollo económico sostenible. ¿No nos dicen que esa es la prioridad?