«Personas que antes nos daban comida vienen ahora a pedirla»

Monica Torres
mónica torres TOMIÑO / LA VOZ

VIGO

cedida

La cola del hambre se duplica en O Baixo Miño por la crisis

17 may 2020 . Actualizado a las 00:55 h.

La crisis sanitaria hace estragos en las economías y las colas del hambre crecen en una escalada sin precedentes. «Personas que antes nos daban comida, vienen ahora a pedirla», confirma José Quinteiro, presidente de la asociación asistencial Tomiño-Baixo Miño. El trabajo de la entidad, con doce años de singladura en la comarca, permite tomar el pulso de la economía local y los datos son devastadores. «Las peticiones de ayuda para comer se han duplicado desde que se decretó el estado de alarma. Antes del 13 de marzo atendíamos a menos de 300 personas y ahora ya sobrepasamos el medio millar», indica Quinteiro, visiblemente preocupado por un escenario comparable al del 2008, año en el que comenzaron su andadura para arrimar el hombro con las víctimas de aquella crisis.

El término acuñado en Italia ha ultrapasado también fronteras. A los nuevos pobres, la penuria le ha sobrevenido sin aviso alguno y muchos de los que ahora han de pedir ayuda llevan años colaborando en la atención a otras personas. Son cien vecinos más por cada mes de estado de alarma. «Os nosos usuarios antes eran, principalmente dos sectores da industria e da construción. Agora proveñen da hostelería ou do grupo de traballadores transfronterizas que nin sequera se poden incorporar ó seu traballo porque non poden asumir o custe de desplazarse con rodeos de máis de 100 quilómetros», advierte Quinteiro, avalando el clamor social de la raia luso galaica por la reapertura de los puentes internacionales sobre el Miño, aunque sea solo por horas, para este tipo de trabajadores. Muchos de ellos, apunta, provienen de empresas auxiliares de la automoción que acaban de reabrir en Portugal tras dos meses de cierre absoluto. «Por 640 euros no se pueden asumir además 200 kilómetros de combustible diario tras dos meses sin cobrar», explican los propios trabajadores del sector afectados.

Por ello se ha rebajado también la edad de las víctimas de esta pandemia que se cobra un un precio humano y económico muy alto. «Agora veñen menores de 50 anos, sen traballo e que levan semanas sen cobrar», añade Quinteiro sin dejar de trabajar un momento. Solo para agradecer porque toda ayuda suma. A los responsables del Hostel A Sigrina, por ejemplo, que durante la cuarentena se transformaron en una macro despensa solidaria de recogida de comida.