«Vuelvo a casa sin coronavirus y muy agradecida por el cariño que he sentido»

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

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Esther González, de 49 años, sufrió dos semanas en casa hasta que ingresó en Fátima

20 abr 2020 . Actualizado a las 15:55 h.

Esther González ya respira aliviada. La viguesa de 49 años de edad sigue respirando mal, porque aún persiste la neumonía, pero ha regresado a casa sin coronavirus, y eso, en estos momentos, da mucha paz a quien ya ha pasado por un infierno del que imaginó que, si venia mal dadas, no volvería.

El viernes, Esther, profesora de Educación Física en el IES de Mos, salió curada, sin coronavirus, del Hospital Vithas Fátima tras permanecer ingresada una semana y dar negativo en el test PCR. Según relata, cuando llegó allí ya había pasado lo peor, aunque ella todavía no lo sabía. De lo que estaba segura es de que no podía más. «Había estado dos semanas en casa pasándolo fatal. Con 39 y medio de fiebre, dolor de garganta, dolor de cabeza sin fiebre, el cuerpo mazado, días enteros en los que no me podía mover, vómitos, diarreas, granitos...». La enumeración que hace parece un catálogo de coronavirus de libro. Y así era. Lo tenía, pero no lo pudo comprobar hasta que estuvo al límite de sus fuerzas. Su hijo de 14 años pasó todo ese trago con ella, angustiado, tratando de ayudarla, haciéndole la comida, yendo a la farmacia, viendo que su madre no mejoraba.

«Llamé para hacerme la prueba, pero me daba miedo ir a urgencias y lo pasé en casa muy mal hasta que ya no pude más. Me fui en bus, con todas las protecciones, porque en aquel momento ya estaba decretado el estado de alerta y en el transporte público ya no había aglomeraciones. La mujer llegó al hospital Vithas Fátima con neumonía y quedó ingresada. Admite que cuando le confirmaron que tenía coronavirus se le vino el mundo encima. «No podía parar de llorar», reconoce. Pero el tratamiento le frenó las lágrimas en seco: «Reaccioné enseguida al tratamiento con la medicación para la malaria que están usando».

El balance que Esther hace del mal trago que ha pasado es muy positivo: «En el tiempo en el que he estado en Fátima, a pesar de estar aislada, me he sentido muy querida, muy arropada. Como es una enfermedad terrible por la que no te pueden tocar, están volcados psicológicamente, cariñosísimos todos, desde la limpiadora hasta la doctora, las enfermeras, los celadores... todo el personal». Dice que le impresionó mucho saber que muchos están solos en Vigo porque han enviado a sus familias lejos, con otros familiares, para no contagiarlos y entre los detalles que recuerda con especial cariño están los mandalas que las trabajadoras del centro sanitario le llevaban para pintar y un montón de revistas y pasatiempos para entretenerse. «Yo fui una paciente fácil porque pasé en el hospital la fase menos grave», cuenta. No hubo necesidad de ingresarla en la uci ni de conectarle ningún respirador.

Esther ya está tranquila y aunque sigue en casa muy fatigada, con mucha tos y flema, se le olvida pronto y ya quería hacer vida normal. «Ayer quise ponerme a limpiar y en poco tiempo estaba agotada», explica.

La profesora también tiene palabras de agradecimiento para los ánimos que le llegaron desde el equipo directivo, sus compañeros y los alumnos del centro de secundaria donde da clase a 300 alumnos. «También me preocupaba eso, la posibilidad de haber contagiado a alguien», pero me han dicho que no ha habido más casos allí», señala.

En lo que no puede parar de pensar, según confiesa, «es en todas esas personas mayores que han fallecido sin tener una mano amiga, pienso en la suerte que he tenido», afirma.