Cuando la procesión va por dentro

Monica Torres
mónica torres CANGAS / LA VOZ

VIGO

Xoán Carlos Gil

El cangués Francisco Mallo, que vive su Semana Santa más extraña a los 89 años, tiene en casa los pasos que hizo en miniatura

11 abr 2020 . Actualizado a las 21:18 h.

La epidemia fuerza una Semana Santa de interiores y confinamiento. También en Cangas, donde es fiesta de interés turístico. Todos en casa, pero en la de Francisco Mallo Guardado, la procesión va por dentro en su más amplio significado: este vecino, que el 6 de junio celebrará 90 años de vida y que es directivo de honor de la Hermandad de los Dolores y Soledad, ha elaborado durante el último lustro una Semana Santa en miniatura que le permite vivir la pasión, muerte y resurrección, con sus respectivas imágenes. «Siempre fui un hombre de fe y de mar», explicó ayer a La Voz tras un balcón con la colgadura del Miércoles de Soledad, en la que su hija Mercedes colocó también este año un lazo negro en recuerdo de María Acuña Refojos, más conocida como Maruja, que falleció hace unos días a consecuencia del coronavirus.

«Soy autodidacta, hago lo que veo y las escenas son con figuras de 35 centímetros hechas en madera», explica. La última es la del Paso de la Flagelación. Al igual que las demás, salieron de las manos de Francisco y vieron la luz en el fallado de su casa, convertido en taller desde que hace más de veinte años se jubiló. Asegura que no hay ninguna favorita, «porque les tengo cariño a todas», borriquita incluida, aunque reconoce que la más laboriosa fue la de la mesa de los apóstoles, «porque eran trece personas y además había que medir mucho las distancias». Guarda todas con celo y la más valiosa para él, quizás, sea la única con la que no pudo quedarse por causa de fuerza mayor. Fue su primera maqueta, una gamela, y corría el año 1946, recuerda como si hubiera sido ayer. «Un maestro buscaba alguna maqueta de barco hecha para un concurso escolar en Madrid. Yo no le quería dar la mía y por eso le dije que costaba 500 pesetas, pero mi madre me dijo que necesitábamos el dinero. Así que a mí me hicieron constar como alumno de un colegio al que nunca fui pero mi familia pudo alimentarse todo un mes con aquellas 300 pesetas», relata.

Aquel año, con solo 16, ingresó también en la Hermandad por consejo de su madre y, a día de hoy, su nieto Diego representa ya la cuarta generación de una familia volcada con esta cofradía y con su pueblo. Francisco tuvo que empezar a trabajar de niño en el mar y se dedicó profesionalmente. Pero de aquella gamela a esta Semana Santa en miniatura, son testigos las centenares de maquetas de barcos, artes pesqueras y cuadros que atesora en la casa que comparte con su hija.