La bailarina seducida por el taekuondo

Míriam Vázquez Fraga VIGO / LA VOZ

VIGO

Oscar Vázquez

Gardini, nacida en Uruguay, cambió la danza por las artes marciales a su llegada a Vigo hace trece años

20 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La pasión con la que Sandra Gardini habla del taekuondo da una idea de lo que ha significado este deporte en la vida de esta uruguaya nacida hace 52 años y afincada en Vigo desde hace 13. Y eso que no fue hasta entonces, a su llegada a Galicia, cuando descubrió la disciplina que sigue practicando, además de ser entrenadora, en el club Yidam de Vigo, donde hace de todo un poco, incluso encargarse de las redes sociales y de las fotos -su otra gran pasión- de la entidad especializada en acrobático.

Sandra confiesa que desde muy pequeña mover el cuerpo ha sido una necesidad para ella. Por eso practicó mil y un deportes hasta que sintió que con la danza había encontrado lo que buscaba. Pero el cambio de país trajo un nuevo descubrimiento. «Quería buscar pareja para bailar, pero no era fácil porque no había tanto como ahora», profundiza. Hasta que supo que había un club de taekuondo acrobático que «hacía años que estaba formado pero no había despegado».

De inmediato, Gardini se sintió identificada con la propuesta del Yidam y se unió a ellos. «Me federé y a cambio yo les daba clases de expresión corporal, técnicas de danza y aspectos que venían bien para este deporte, porque también nos dedicamos a las artes escénicas y hacemos exhibiciones», detalla. Ya que no podía seguir bailando, continúa, encontró una actividad que le valía como sustituta y que también la encandiló desde el primer momento.

Las artes marciales no eran algo desconocido para ella, que en su extenso currículo deportivo contaba ya por aquella época con el kendo. Pero aclara que poco o nada tiene que ver con el taekuondo acrobático. «Es otra filosofía, una propuesta completamente diferente a la del kárate. Desde fuera puede parecer más de lo mismo, pero para nada», apunta. Y empezó a empaparse de esa nueva filosofía. «Cada vez me involucré más y acabé compitiendo con una trayectoria deportiva muy buena, mucho más de lo que podría haber imaginado», dice la que fue campeona del mundo cumplidos los 50, algo en lo que le gustaría ser «ejemplo de que nunca es tarde».

Pese a haberla «atrapado» muy rápido y no tuvo problemas de adaptación, sí reconoce que la marcialidad fue lo que más le costó. «Empecé a reconocer los movimientos como míos rápido, pero venía de la danza y creo que tengo una fusión. La gente que lleva toda la vida en taekuondo lo nota y me lo dice, se notan mis raíes», especifica la también entrenadora.

Sandra enfoca esta otra actividad desde la perspectiva de que cada deportista tiene que recorrer su propio camino como algo personal, y los técnicos únicamente orientan desde fuera. «Lo más bonito es que puedes transmitir a las siguientes generaciones lo que aprendes y abrirles las puertas para que experimenten desde su trabajo individual. Puedes aportarles, pero dejando que recorran sus caminos», expone.

A Gardini le gustan las dos facetas y siente que ha «encontrado el equilibrio» entre ambas. «Mi cuerpo necesita movimiento y a la hora de entrenar a los demás puedo transmitir no solo desde la parte teórica, sino desde el ejemplo. Si les digo que estiren o que salten, yo también lo hago», cuenta. Y piensa que siga siendo así mientras pueda. «Ahora el tiempo de recuperación es más largo y los descansos son muy importantes. Pero jamás he tenido una lesión importante y no lo voy a dejar nunca. Puede haber una metamorfosis, pero nunca abandonar el deporte», asegura.

Cuando se le pregunta qué tiene el taekuondo para haberla seducido de la manera en que lo ha hecho, responde que es «una maravilla a todos los niveles». «Te aporta conocimiento personal y un trabajo profundo de la parte emocional. No encuentro las palabras con las que definirlo», plantea. Lo percibe como «un camino que descubres, que vas transitando sin dejar de aprender y que nunca se termina».

Trabaja con taekuondistas de todas las edades, sin preferencias en ese sentido. «Con los niños aprendes la pureza del movimiento, sin carga mental extra. Y con los mayores, cómo gestionan sus problemas diarios a través del movimiento», expresa. Porque Sandra está convencida de que «cada emoción genera un tipo de comportamiento a nivel corporal. Es increíble cómo se manifiesta a través del lenguaje corporal todo lo que le ocurre a una persona».

Ella, además, es experta en captar los movimientos con su cámara, ya que desde niña se ha dedicado también a la fotografía y actualmente realiza esa tarea para la Federación Galega. «Me encanta y me siento muy cómoda. Al conocer el movimiento y el lenguaje corporal, puedes anticiparte a lo que viene y lo captas con facilidad sin tener que buscar tanto aquí o allá», comenta. Más allá de eso, dice que está «todo el día» pensando en el Yidam. «Llegué y me fusioné con ellos». Y hasta hoy.