Árbitro 24 horas desde hace 30 años

Míriam Vázquez Fraga VIGO / LA VOZ

VIGO

XOAN CARLOS GIL

González Marqués calcula que ha arbitrado más de 5.000 partidos de baloncesto en su carrera

23 dic 2019 . Actualizado a las 15:35 h.

Jorge González Marqués (1969) llegó al baloncesto de manera casual -«siempre ha sido fácil liarme para cualquier cosa»- y ya nunca se alejó de él más de una semana. Han pasado más de 30 años y calcula que supera los 5.000 partidos arbitrados desde el día en que un amigo le pidió que le llevara al Manuel Antonio y, una vez allí, le dijo : «Yo soy árbitro y tú vas a hacer la mesa del partido». «Me empecé a reír, yo no tenía ni idea», confiesa sobre el duelo de competición escolar que supuso su primera y accidentada toma de contacto.

Porque de aquel día de 1987 recuerda la primera de mil anécdotas vividas en todos estos años. «El entrenador me pidió un cambio y no se lo di, o algo parecido. Se quejó y le contesté: ‘Aquí el que sabe soy yo’». Después del partido supo que aquel técnico era, además, el presidente del Colegio de Árbitros. «¡No estuvo mal para empezar!», cuenta sonriendo.

Siguió ejerciendo como oficial de mesa, se introdujo en la Federación Galega para echar una mano y el siguiente paso fue comenzar a arbitrar. Corría el año 1989 y, de nuevo medio engañado, se vio debutando como colegiado en un partido de alevines después de estudiarse el reglamento en dos horas. «Nunca lo olvidaré. Un equipo lo dirigían Roberto Freiría e Isidro Cabaleiro, luego seleccionadores gallegos, y el otro Marisol Paíno. ¡Casi nada! Y empecé bien: ¡Cometen violación en el saque inicial y ni me entero!».

De aquellos inicios dubitativos pasó a convertirse en una referencia. Probó «también engañado» en el baloncesto en silla y acabó siendo internacional en esta modalidad, que admite que es con la que más disfruta pese a que no es fácil. «Se ha ido normalizando, pero antes era la guerra. Son jugadores que en muchos casos empiezan tarde, después de un accidente o una limitación física violenta, y no tienen la cultura deportiva de quien lleve desde niño», desgrana. Por eso la mayoría de los árbitros que probaban pedían no volver. «Como yo no dije nada, pues partidos de baloncesto en silla a piñón», bromea González Marqués.

Agradecido con los logros que ha ido consiguiendo, asegura que su aspiración nunca han sido los ascensos ni llegar a ninguna meta concreta. «La frustración de no ascender provoca muchos abandonos en los árbitros de baloncesto. Yo nunca me marqué esos objetivos. De hecho, no esperaba ser internacional, no contaba ni me siento especial por ello», asegura. Se declara perfeccionista y no oculta que siempre ha querido «ser el mejor, pero no para ascender, sino para saber».

Lo más importante para él y lo que jamás ha dejado de hacer en las canchas en todo este tiempo es disfrutar. «La gente se sorprende de lo friki del baloncesto que sigo siendo después de tantos años. Ahora en baloncesto convencional solo arbitro a nivel local y sigo yendo al gimnasio para estar en la mejor forma posible». No le cuesta nada, sostiene, porque lo pasa en grande cada vez que pita un partido, lo mismo que cuando era oficial de mesa y eso le permitía sentirse «partícipe» de lo que ocurría en la pista. «Como jugador solo sabía meter tiros libres y recibir tapones», admite.

Además, González Marqués asegura que se siente «árbitro las 24 horas del día» y que esta faceta ha marcado su personalidad y su forma de entender la vida. «Es una manera de enfocarla. Pensando siempre que tienes que tratar de ser justo, recto, cumplir y hacer cumplir las normas», profundiza. Cuando habla de lo estrictamente baloncestístico, además, su visión es que «no se trata de coger el reglamento al pie de la letra y pitar todo. Tienes que decidir en el momento lo que debe ser castigado o no. Eres un juez y, de hecho en algunos países, como en Portugal, se llama así».

El arbitraje ha influido en su manera de ser. «De niño era tímido, retraído, bajito, con gafas y chapón. Arbitrar te cambia como persona, no vale la timidez, tienes que estar ahí, tomar decisiones», expone. Y si hay una cualidad que le parece especialmente importante es la capacidad de perdonar, que él ya tenía y que se vio acentuada al ser árbitro. «Es un juego y tienes que olvidar. Si al siguiente partido te acuerdas que te pasó esto o lo otro con aquel jugador o aquel equipo, entonces te acabas quemando».

Precisamente los «malos rollos» que se generan a veces son para Jorge «la parte menos agradecida» y la que más le preocupa. «Hoy en día estamos teniendo más problemas con la actitud de padres e incluso abuelos. Y cada vez en categorías más bajas como minis y preminis», lamenta. Además, cree que la figura del árbitro de baloncesto se está «futbolizando» en ocasiones, pero que a la vez se entiende mejor. «Antes había más distancia, en eso las redes sociales han ayudado», explica él, que pone como ejemplo su viaje con el Amfiv de 14 horas en autobús en la primera Copa que arbitró. «Podía ir en avión y pasarles un recibo de 1.400 euros, pero no podía hacer eso y luego mirarles a la cara».

Si algo le ha dado el baloncesto son viajes y, sobre todo, amigos. «A veces te sientes más reconocido fuera que en casa, pero lo importante es la gente, las relaciones. Eso es lo realmente impagable que me ha dado el baloncesto».