El hockey como herencia familiar

ALBERTO ESTÉVEZ INGELMO VIGO / LA VOZ

VIGO

M.MORALEJO

Federico Tapias, de 74 años, lleva más de medio siglo con un stick bajo el brazo

02 sep 2019 . Actualizado a las 20:46 h.

Cuando a uno le inculcan algo desde bien pequeño, es difícil que no le guste o, por lo menos, que no sienta aprecio por ello. Al final forma parte del día a día y en el momento que no está se extraña su falta. Algo parecido le pasó a Federico Tapias (Vigo, 1944) con el hockey, no hockey hierba, porque como él dice «si estás encima de una piedra jugando no le llamas hockey piedra». Aunque esto para él ya es una batalla perdida y es su hijo quien le recuerda que no nombre la hierba al lado de la palabra hockey.

Federico ha mamado hockey hierba toda la vida, por la principal razón de que hasta sus padres se conocieron jugando. Todo hacía indicar que su hijo no podía tener otro hobbie que dar golpes a una bola con un stick de madera. Es la herencia familiar que se ha ido pasando de generación en generación, el mayor legado de la familia. «Es un deporte que llevo en la sangre, me lo pasaron mis padres y yo a mi hijo, no me quedaba otra», comenta orgulloso. Aunque el enamoramiento fue tardío, lleva más de 50 años siendo un estandarte del deporte en la ciudad de Vigo. «Yo empecé a jugar a partir de la veintena, no jugué en categorías inferiores. Cuando era un chaval faenaba y cuando dejé de navegar me hice cargo del Club de Campo de Vigo», explica.

Se podría decir que Federico es el raro de la clase, un loco por el hockey hierba. Su caso es peculiar porque este deporte le entró por los ojos, prefirió siempre verlo desde fuera y organizar a los equipos que coger el stick. «Siempre fui más entrenador que jugador, podía jugar algún partido cuando faltaba gente y me llamaban, pero no es lo que más me gustaba», afirma Federico. No tiene dudas, tanto tiempo de su vida dedicado al hockey sobre hierba lo ha acabado convirtiendo en su pasión hasta el punto de que su único arrepentimiento es no haber estado más tiempo en la pista: «No me arrepiento de nada. Bueno, sí hubiera querido dedicarle más tiempo a entrenar todos los días. No fue mi culpa, el Concello de Vigo no me dio nunca la opción de dejarme más pistas para entrenar».

Antes de comenzar en el Atlántico, Federico estuvo en el Vigo Stick, un club que duró muy pocos años. «Lo crearon y se creían que el hockey es un deporte como el fútbol en el que hay profesionales y se vive de ello. Aquí no somos profesionales ni se mueve dinero. El que juega le cuesta dinero, no recibe nada», destaca. Las subvenciones son el enemigo de los deportes minoritarios y no iba a ser menos con el hockey. Federico cuenta que antes todo era más fácil porque las instituciones públicas ayudaban al deporte local: «Tuvimos una época buena en la que había subvenciones y nos daba para jugar con el dinero que recibíamos. Llegamos a tener 20.000 euros pero ahora cayó todo y recibimos solo 1.000 euros del Concello».

Federico es un apasionado de este deporte, tanto que llegó a fundar el Atlántico hace más de cuatro décadas. La idea surgió en una conversación con Olegario Lago y lo que empezó como un chascarrillo terminó con un proyecto deportivo serio. Y como no podía ser de otra forma, hasta el nombre del club tiene una historia familiar: «Se llamó Atlántico porque antiguamente mi madre jugaba en un equipo que se llamaba Atlántida». Recuerda las mejores épocas cuando la entidad jugaba fases de ascenso a División de Honor, pero el dinero era la principal barrera para dar el salto: «Estábamos jugando para ascender y yo rezaba para no ganar. Si subíamos no teníamos dinero para jugar ahí».

La realidad es que ser tan constante en un deporte minoritario es complicado. La clave de Federico es no interpretarlo como una obligación, se nota que le gusta pasar tiempo en el césped sintético. Otra piedra en el camino para que tome más importancia un deporte minoritario es la mala imagen generada por la sociedad, es decir, el cuento de que solo valen los tres deportes de siempre. «Cuando vamos a enseñarles algo de hockey, muchas veces nos venían niños que les decían sus padres que no lo practicasen. Ese es el problema», comenta.

«Ahora te dan lo que el fútbol no quiere o no necesita», pues esta es una de las claves del declive de muchos deportes. Federico asume que el hockey en Vigo no tiene futuro y «que no va a tardar en desaparecer». Para él el hockey hierba es su vida y todavía sigue siéndolo y a sus 74 años admite que «estoy pensando en el invierno a ver qué hago».

Afirma ser el único entrenador oficial de Vigo porque la federación no programa cursos. Por ello, es una especie de padre al que acudir para recibir consejos. Demuestra ser una persona incansable y enamorada del hockey, y no ve ninguna otra opción que «seguir mientras sea consciente». Se las sabe todas y no entiende que haya chicos que se crean que saben más que él. Él es muy de los suyos, fundó el Atlántico y prefirió quedarse en su club y en su ciudad. El hockey hierba puede que muera en Vigo, pero él permanecerá.