Un todoterreno entre sillas de ruedas

alberto estévez ingelmo VIGO / LA VOZ

VIGO

Oscar Vázquez

En 37 años Manuel Veiga ejerció de mecánico de sillas y de conductor y ahora es delegado y tesorero

10 ago 2019 . Actualizado a las 11:12 h.

Cuando uno hace lo que le gusta no se para a pensar en la cantidad de tiempo invertido. Un ejemplo de ello son los 37 años que Manuel Veiga (Vigo, 1966), más conocido como Manolo en el mundo del baloncesto en silla de ruedas, le ha prestado a su «familia» del Amfiv. Siempre a disposición del club, el actual tesorero y delegado de campo es un todoterreno al que no le importa qué puesto ocupar si el objetivo es el bien común del equipo de su vida. Manolo forma parte del Amfiv desde 1982, año de fundación del equipo vigués, tiempo suficiente para que tenga un rincón especial reservado para el club junto a sus seres más queridos: «El Amfiv es una forma de vida, es como si fuera mi familia».

Su afición por un deporte minoritario como el baloncesto en silla de ruedas es peculiar, tanto que sus amigos «no entendían que fuera a jugar a un baloncesto diferente, sentado en una silla». Cuando tenía 16 años comenzó su pasión por el Amfiv y 37 después se mantiene intacta. «Llevo ligado al Amfiv desde que se fundó en el año 1982», destaca. Todo comenzó cuando el difunto Pablo Beiro decidió montar el club y contó con su amigo Manolo para que echase una mano, algo que no ha dejado de ocurrir desde aquel primer día. Se podría decir que no hay puesto, favor, recado o tarea que no haya hecho en favor de su club: «Cuando tenía 16 años era el ayudante de todo. A veces era un jugador más en los entrenamientos, arreglaba las sillas, fui el conductor, y ahora soy el tesorero y el delegado de campo».

En una relación uno se da cuenta de que la otra pieza del puzzle es fundamental cuando ya no está. Pues esto mismo le sucede a Manolo con su «droga» llamada Amfiv: «Durante la temporada estás deseando que se acabe, pero ahora en julio quieres que empiece porque ya estás con el gustillo». Al final, cuando un equipo ocupa gran parte de tu día a día y se está tan involucrado de manera altruista, es inevitable que no sea su «club de toda la vida». Además, comenta que «el Amfiv y mi familia son casi lo mismo», ya que su mujer y sus hijos están vinculados al conjunto vigués. Manolo es un hombre que deja buenos recuerdos en aquellos que le conocen y forja amistades con las que aumenta su particular familia del baloncesto en silla de ruedas: «Los exjugadores o miembros retirados del club saben que en Vigo tienen un amigo o un familiar, llámalo como quieras. Es una forma de tener una familia muy grande por todos lados».

A parte de ser delegado de campo y directivo -concretamente tesorero-, Manuel ha sido un personaje reconocido en el Amfiv por haber arreglado las sillas de los jugadores durante años. Todo lo que aprendió de mecánica se lo enseño su amigo Pablo Beiro, antiguo presidente fundador del club. «Pablo sabía más que el resto, fue el que me enseñó sobre todo esto. Aprendes día a día con la experiencia que vas adquiriendo», afirma Manolo. Antes para él era como «arreglar una bicicleta», pero con el paso de los años cada jugador tiene su silla a medida y «se convierte en una labor más específica». Cuando se fundó el club, todo era tan precario que se jugaba con sillas de hospital: «Cuando llegamos eran sillas que nos dieron en el Hospital Provincial. La Deputación nos había dado unas sillas plegables de metal, las de toda la vida, pero que llevaban una defensa adaptada».

Aunque admite que la cara negativa de estar tan involucrado en el club es no haberle dedicado el tiempo deseado a sus familiares, prefiere no pensar en ello. Manolo se queda con las amistades y las experiencias que le ha regalado el Amfiv y el baloncesto en silla de ruedas. «Es un pequeño gran orgullo que llegue a cualquier sitio y me salude la gente», comenta.

Está claro que su pasión es el baloncesto sobre silla de ruedas, en especial el Amfiv. Hasta lo prefiere al baloncesto convencial, teniendo el factor emocional un papel importante sobre la balanza: «Disfruto más del baloncesto en silla de ruedas, puede que sean los años que llevo metido aquí. El baloncesto en silla de ruedas lo vivo diferente, lo veo con otros ojos». Manolo se considera un adicto al Amfiv y aunque no forme parte del club estaría siempre a su lado. «Esto es una droga que llevas dentro. Si los sábados me puedo sentar en la grada y ver el partido sería ideal», destaca entre risas.

Siempre a disposición

Aunque no esté disponible o haya etapas en las que tenga menos predisposición, sabe que a la familia es imposible dejarla de lado. «Al final es mi familia, cuando todo va bien no haces falta pero cuando va todo mal hay que echar una mano. Cuando Pablo Beiro se puso enfermo y las cosas se torcieron, al final hay que estar ahí para que cuenten conmigo», aclara. No importa si de tesorero, mecánico o delegado, él estará dispuesto a aportar su grano de arena para que su Amfiv crezca. «Siempre estaré para lo que me pidan». La frase que define a la perfección el estilo de vida de Manolo.