El alcalde ejerce de telonero de los conciertos de Castrelos y domina el escenario a su antojo
19 jul 2019 . Actualizado a las 17:16 h.Hay quien ve en Abel Caballero una fría máquina política. Sin embargo, un corazón late en el pecho de ese hombre, que nos quiere, nos quiere, nos quiere, como proclamó este miércoles en Castrelos. El alcalde de Vigo lleva otra vida, nada secreta, que es la de telonero de conciertos. El regidor se sube al escenario y moldea las emociones del público a su antojo. Cuando él habla, la gente se ríe, se emociona, chilla, rabia, confraterniza y hasta se enamora, según las teclas que va tocando, mientras agarra el micro con una mano y el brazo que le queda libre se mueve como si tuviera vida propia. Varios miles de personas asistían al concierto de Lauryn Hill, sabiendo que la de Nueva Jersey comparece a la hora que le da la gana. A veces se retrasa media hora; otras, dos. Con Lauryn Hill, el escenario puede permanecer horas vacío. Pero el que se sube en Vigo es Abel Caballero, y ya nadie se acuerda de la chica aquella, cómo se llamaba, Lauryn Nosequé.
Si Caballero dice que estas son «as mellores festas do mundo», y lo dice, el público le jalea enfervorecido. Si presume de que en Vigo «nos gusta estar todos xuntos en Castrelos, o mellor escenario do mundo», y presume, el público aplaude a rabiar, orgulloso, su propia fraternidad. Si da la bienvenida a los que vienen «de Coruña, de Lugo, de Ourense, de Pontevedra, de Madrid, de Barcelona e de tantos lugares, porque sabemos que Vigo é agora un lugar de encontro», el público se emociona, con su cosmopolitismo a flor de piel. Si avisa de que este verano «tendremos once grandes conciertos», y lo avisa, el público chilla de emoción. Y, si ahora que ya tiene a todo el mundo en el bote, declara: «¡¡Sois!! [pausa] ¡¡las mejores!! [pausa] ¡¡y los mejores!! [pausa] ¡¡del mundo!!», y vaya si lo declara, el público se cae de amor y le grita «¡Abel, Abel!»; y Castrelos parece un escenario de Liverpool en los sesenta, cuando los Beatles, trataban de entonar el Love me do y los aullidos de las fans tapaban las guitarras, el bajo, las voces y la batería.
Claro que a Caballero, de 72 años, nadie lo tapa. Ya ha convertido en tradición sus apariciones como telonero en todos los conciertos que el Concello de Vigo organiza en verano. Él inaugura los conciertos estivales de Castrelos con su uniforme de Castrelos: viste la misma chaqueta beis y la misma camisa azul con la que el año pasado se presentó en el concierto de Little Steven para gritar aquello de «Long live rock and roll». Aquellas también eran, como estas, las mejores fiestas del mundo y el mejor público del mundo.
Pero a aquellas alturas, Caballero todavía no había explorado otro sentimiento, más íntimo, que compartir con el público de Castrelos. Lo descubrió con Maná. Ahora que sabe que la gente se le entrega, siempre termina sus actuaciones de la misma manera: «Os quiero, os quiero, os quiero».