Balaídos se cuela en el Mundial

Jorge Pereira VIGO / LA VOZ

VIGO

El 23 de junio de 1979 las selecciones de Italia y Camerún empataron a unos en un encuentro internacional que tuvo lugar en Balaídos
El 23 de junio de 1979 las selecciones de Italia y Camerún empataron a unos en un encuentro internacional que tuvo lugar en Balaídos EFE

La designación del estadio en 1979 para ser sede del torneo internacional de 1982 impulsó su reforma arquitectónica; el expresidente céltico Elías Alonso Riego recuerda las claves de aquel campeonato

16 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Elías Alonso Riego formaba parte de la directiva del Celta cuando lo llamaron el 17 de julio de 1979 para informarle de la decisión del Comité Organizador del Mundial 82: habían seleccionado el estadio de Balaídos para ser una de las sedes de la Copa Mundial de la FIFA. El presidente de dicho comité, Raimundo Saporta, informó de la designación de las sedes donde se jugarían los partidos del torneo internacional, entre las que se encontraba el campo vigués, como recogió entonces La Voz de Galicia. Por primera vez la ciudad olívica aparecería asociada a una de las competiciones más prestigiosas del balompié.

«Fue una gran noticia porque fue el motivo de la reforma de Balaídos», dice Elías Alonso, presidente del Celta entre 1980 y 1983. La designación supuso un cambio histórico para la estructura arquitectónica de Balaídos. El Ayuntamiento y la directiva del club, al ratificar la solicitud ante el comité, se habían comprometido a hacer las obras de reforma mínimas exigidas por la federación internacional si querían mantener el estatus de sede.

Unos meses más tarde, el 16 de noviembre, miembros de la comisión de estudio de infraestructuras acudieron a Balaídos y, tras la visita, decretaron que el proyecto de reforma del arquitecto municipal, Enrique Acuña, necesitaba una serie de modificaciones. Las instalaciones planeadas, al parecer, debían adaptarse a las necesidades de los medios televisivos que retransmitirían los tres encuentros internacionales de junio. Así fue como se decidió la forma que el recinto deportivo tomaría durante más de treinta años. Parece un déja vu, porque buena parte de los problemas de la actual reforma de Balaídos tuvieron que solventar hace tres años los problemas de iluminación que exigía la UEFA para las televisiones.

El estruendo del cambio resonó el 5 de diciembre de 1980. Ese viernes se demolió con 40 kilos de explosivos la antigua grada junto al Lagares. Fue necesario canalizar el río por debajo del nuevo graderío, que adoptó el nombre, precisamente, de Río, para que el coliseo pudiese acoger alrededor de 35.000 personas durante la primera fase del Mundial. La nueva sección se inauguró la noche del 6 de mayo de 1982, un mes antes del Mundial, con ocasión del partido en homenaje al Gran Capitán, Manolo Rodríguez. A pesar de la derrota del Celta ante la selección de Polonia, Elías Alonso tuvo el honor de premiar los 19 años de servicio del emblemático líder celtista entregándole la insignia de oro y los brillantes del club. La Voz describía así el momento: «La emoción de Manolo fue incontenible, en una noche que recordará mientras viva».

El 16 de mayo de ese mismo año el nuevo estadio batiría récords de asistencia: 42.000 personas fueron testigos directos del ascenso del Celta a primera división tras su victoria contra el Getafe. Como apunte, cabe señalar que la capacidad actual de Balaídos es menor, alrededor de las 28.000 personas. La cifra multitudinaria, sin embargo, se quedaría pequeña ante el número de telespectadores que, días más tarde y desde sus casas, disfrutarían de la mayor competición de fútbol.

Desde el 14 hasta el 23 de junio de 1982, Vigo reunió a cuatro formaciones internacionales del grupo 1 de la primera fase del Mundial: Polonia, Perú y Camerún se vieron las caras contra Italia en tres partidos diferentes. De estos enfrentamientos celebrados en Balaídos, Elías Alonso se queda con el Italia-Polonia, que acabó con el marcador a ceros. Para el expresidente, la selección báltica fue toda una sorpresa, que, a pesar de haber quedado tercera junto a Francia, había jugado mucho mejor que los italianos: «Habían hecho muy mal Mundial y, mira por dónde, llegaron a la final y quedaron campeones».

Aquel 18 de julio, la noticia de La Voz fue el pistoletazo de salida que definiría la trayectoria del Celta y de la actividad deportiva en Vigo. El evento sería clave para proyectar la imagen de Vigo y para definir la forma de uno de sus monumentos arquitectónicos.