Un estudio propone un plan de cribado en consulta para detectar malos tratos

Ángel Paniagua Pérez
Ángel Paniagua VIGO / LA VOZ

VIGO

C

La enfermera Irea González vincula la violencia machista con el estrés postraumático

25 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El trabajo de fin de carrera de una enfermera de Vigo propone dar un giro al abordaje de la violencia machista desde el ámbito sanitario. Irea González Lago explica que cuando se tratan estos casos, se afrontan desde el punto de vista físico y psicológico, pero que en realidad hay más. «Se dan muchos casos de trastorno de estrés postraumático, que es algo que puede desarrollarse en el primer mes, o después de tres meses... o de un año. Hay mujeres que sufrieron violencia de género y que ya han superado ese episodio, pero que todavía experimentan el estrés postraumático».

Sin embargo, la quinta edición del DSM, que es el manual de referencia en todo el mundo en salud mental, no contempla la violencia machista como causante del estrés postraumático, más típico de violaciones, catástrofes naturales o terrorismo. Es una patología con tres síntomas muy concretos. Uno es la reexperimentación de los momentos vividos de forma persistente, sin poder desconectar, incluso en sueños (se llama intrusión). Otro es la evitación de cualquier recuerdo, estímulo o acción que recuerde la situación sufrida. El tercero es el estado de alerta permanente (hiperactivación), que provoca que se sobrerreaccione ante estímulos neutros y que produce insomnio.

«Hay una alta prevalencia del trastorno de estrés postraumático y también de cronificación del mismo», dice la enfermera. Eso es fruto de no atajarlo a tiempo. Para hacerlo, su propuesta es formar al personal sanitario. Ya existen planes de prevención, pero cree que la actuación de los profesionales sanitarios debería reforzarse para detectar casos incluso cuando la mujer no denuncia. «Cuando vemos a niño en situación de maltrato a nadie le tiembla el pulso para levantar el teléfono y llamar a las autoridades; pero con una mujer, sí», lamenta.

Una de las posibilidades es un programa de cribado o screening. Se llama así a las pruebas que se hacen de manera masiva a toda una población sana para detectar enfermedades, como las mamografías a las mujeres de entre 50 y 69 años dentro del plan gallego de detección precoz del cáncer de mama o los análisis de sangre oculta en heces a las personas de esa misma edad dentro del plan de cáncer de colon. Un cribado de violencia de género consistiría en que el profesional sanitario hiciese preguntas de forma rutinaria a las mujeres con el objetivo de detectar posibles casos, especialmente si hay síntomas físicos inespecíficos, sin un origen conocido, como dolores de cabeza. «Es complicado porque hay mujeres que no reconocen que ellas mismas están en esa situación. Pero se trata de actuar antes que esperar la mujer que lo sufre pida ayuda», dice la enfermera.

«Ahora hay protocolos, pero el problema es que no llegan, porque no vale con hacerlos y dárselo a una persona de un centro de salud. Los profesionales tienen que tener formación», dice Irea González. «Por ejemplo, aunque sea de sentido común, si sospechas que una mujer está en una relación de violencia y viene con su pareja, no puedes sacar el tema o darle documentos allí».

El trabajo de fin de grado de Irea González le valió un premio de las jornadas de investigación en enfermería. Para hacerlo, realizó un análisis de 25 publicaciones que abordaban la conexión de la violencia de género y el trastorno de estrés postraumático en diferentes partes del mundo: España, Estados Unidos, Reino Unido, Sudáfrica, Líbano... De ahí concluyó la alta prevalencia de esta patología ligada a los malos tratos. Uno de los escollos está en el uso de diferentes términos para hacer referencia a la misma realidad (violencia doméstica, familiar, de género, machista y otros) y también de diferentes escalas para medirla. Quedó patente la importancia del factor cultural: «Cómo cada mujer lo vive condiciona el desarrollo del estrés postraumático. En países donde es un tema tabú y se esconde aparecen más síntomas somáticos», explica.

Para abordarlo, Irea González cree que la enfermería tiene un papel clave. Ella misma, que ahora busca trabajo en Italia, se graduó sin recibir ninguna formación específica en casos de violencia machista.