«Te decían de todo por jugar al fútbol»

Míriam Vázquez Fraga VIGO / LA VOZ

VIGO

M.MORALEJO

Adela Ucha, madre del técnico del Valladares, formó un equipo femenino en su empresa hace más de 40 años

21 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando Adela Ucha acude a los partidos del Valladares femenino que dirige su hijo, Gabi Couñago, -y no se pierde uno-, a menudo piensa que ojalá ella hubiera tenido la oportunidad de ser una de esas futbolistas federadas que pueden competir en una liga regulada de un deporte ya normalizado en su vertiente femenina y que cada vez gana más terreno. Porque ella también jugó. Lo hizo a sus 18 años, en los 70, cuando el hecho de que las mujeres se vistieran de corto y quisieran jugar «estaba muy mal visto y te decían de todo».

Asegura Ucha que siempre ha llevado el fútbol «muy dentro». Sin saber por qué, desde muy niña animaba a las demás a «jugar partidillos en la aldea» porque «ya tenía aquel gusanillo metido». Pero fue como trabajadora de la fábrica Textiles de Galicia, en O Porriño, cuando dio un paso más. «Yo les propuse a las compañeras de trabajo que por qué no formábamos un equipo de fútbol como forma de relacionarnos y hacer deporte. El chófer de la empresa se prestó a hacernos de entrenador e montamos ese equipito hace más de 40 años», rememora.

Eran quince chicas que entrenaban una vez por semana y se las veían y deseaban para buscar otros grupos de mujeres contra las que competir, casi siempre de otras empresas que también se juntaban para jugar. «No estábamos federadas ni había ninguna competición oficial ni mucho menos. Lo hacíamos todo por nuestra cuenta. Puede decirse que ni existía el fútbol femenino en esa época», subraya.

Ucha relata nostálgica que ella «le pegaba bastante bien, para qué negarlo» y como delantera tenía bastante facilidad para marcar goles. «Siempre pienso que las cosas hubieran sido diferentes si el fútbol femenino hubiera sido promocionado como ahora. ¡Yo lo disfrutaba tanto!», señala. Pero aquello duró poco, una temporada. «Había pocas oportunidades de hacer partidos y requería dedicarle tiempo al salir de trabajar. Algunas se casaron y se las hacía difícil seguir. ¡Igual no eran tan apasionadas como yo!», plantea.

Otro factor importante es que «no estaba nada bien visto» que las chicas practicaran fútbol. «Oías que te decían: ‘Mira esas’ y comentarios despectivos. Gracias a Dios ahora todo ha cambiado». A ella ese tipo de opiniones siempre le dieron exactamente lo mismo. «No me influyó para nada. Yo sabía que todo el deporte es bueno, para los hombres y para las mujeres, y que nosotras podíamos hacer lo mismo que ellos como se está demostrando. Ahí está ahora la selección española en el Mundial», recalca. Su entorno tampoco le puso impedimento alguno. «A mis padres nunca les preocupó. Sabían que lo pasábamos de maravilla y con eso bastaba», recuerda.

Con el bombo en Valladares

Acabada aquella aventura, Adela nunca volvió a jugar, pero a través de su hijo Gabi siguió vinculada. «Él empezó a jugar al fútbol sala a los cuatro años y luego ya al fútbol 11. Lo viví con él, siguiéndole y llevándole a todas partes desde pequeño». Su hija se decantó por el balonmano y ahora tiene una nieta que le encantaría que probara este deporte. «Ya estoy intentando metérselo en la cabeza», confiesa.

Mientras, sus niñas, como ella dice, son las jugadoras del Valladares a las que entrena Gabi Couñago. «Los domingos voy allí con el bombo y me mezclo con ellas. Disfruto muchísimo», comenta algo que corrobora el entrenador, que desde siempre ha visto las fotos de su madre en esa época y ha podido comprobar que lleva el fútbol «en la sangre».

Pasados más de 40 años, cuando va a Valladares, Adela piensa con frecuencia que «podría haber sido una de esas chicas» y haber disfrutado de su «pasión» como hacen las jugadoras hoy. «Hace poco me encontré con una de aquellas compañeras y me gustaría poder reunirnos todas y celebrar que ahora sí lo han conseguido y el fútbol femenino está subiendo cada vez más y se acerca a donde debe estar».