El bronce mundial de un soldador

Lorena García Calvo
lorena garcía calvo VIGO / LA VOZ

VIGO

XOAN CARLOS GIL

Rubén Millán logró la medalla en el K-4 tras compaginar entrenamientos con sus estudios de FP

29 ago 2018 . Actualizado a las 13:43 h.

Rubén Millán lo mismo gana un bronce en un Campeonato del Mundo de piragüismo que suelda lo que le pongan por delante. «¡Es un manitas!», aseguran en el Kayak Tudense, el club que le abrió las puertas del deporte de élite y al que el pasado fin de semana regaló la alegría del bronce mundial. La medalla que el palista se colgó en Portugal formando parte del K-4 1.000 metros español ha sido especial por muchos motivos. Uno de ellos, porque en el último año Rubén se ha tenido que esforzar el doble para compaginar sus estudios de un módulo de soldadura con los entrenamientos sobre el kayak.

«Foi un ano bastante duro. Levaba un tempo sen estudar e púxenme cun ciclo de soldador. Din que son un manitas, e a verdade é que me gustan moito esas cousas. Decidín facer o ciclo e estou súper contento. Máis aínda se podo sacar un ciclo que me poida dar un futuro e ao tempo podo obter resultados como este ano, que fun terceiro no Europeo e terceiro no Mundial xunto cos meus compañeiros», explica el laureado piragüista y soldador en ciernes.

Encontrar tiempo para entrenar al máximo nivel y atender sus obligaciones escolares no fue sencillo. Durante los últimos meses tuvo que renunciar a su tiempo libre, pero el bronce continental y el mundial lo compensan. «Ademais, no instituto de Salvaterra portáronse moi ben comigo, déronme todas as facilidades a pesar de que nunca tiveran un deportista de alto nivel como alumno». Por delante le quedan otros dos trimestres de clases y uno más de prácticas, y luego ya podrá considerarse oficialmente soldador. Una vía abierta para el futuro que intentará seguir compaginando con el kayak.

Veinte caídas el primer día

La primera vez que Rubén subió a una piragua se cayó al agua una veintena de veces. Tenía por aquel entonces doce años y ya destacaba por su envergadura. Llevaba tiempo practicando kung-fu, pero cada vez que Manuel Pedrales, uno de los responsables de las categorías inferiores del Tudense, iba a recoger a uno de sus amigos para llevarlo a entrenar, le insistía en que fuese a probar al agua. «Eu sempre dicía que non, pero un día fun, probei, e dende aquelas», recuerda.

«A primeira impresión que tiven foi complicada. Debín caer unhas vinte veces á auga, pero era verán e a aquilo gustoume», desvela entre risas. Así que de repente se encontró intentando avanzar metros sobre un barco. Lo que al principio le parecía imposible, pronto se le dio bien. Tan bien, que en categoría júnior el equipo nacional lo reclamó para la residencia Blume y el joven Rubén se mudó a Madrid.

Su paso por la residencia fue discreto, así que cuando el Kayak Tudense le explicó que iba a poner en marcha un grupo de trabajo potente con deportistas élite y sub-23, Millán se sumó, a pesar de que todavía estaba en edad júnior. «Era un grupo de palistas realmente bo, maiores ca min, e iso foi o que fixo que eu medrara bastante rápido. Adestraba con equipos sub-23, había algún sénior absoluto. Podería dicirse que eu non adestraba con eles, senón que tentaba ir detrás deles. Sempre me quedaba moi rezagado, pero pouco a pouco fun adaptándome a iso, apertando para ir cada vez máis cerca».

La exigencia con la que Rubén convivía junto a palistas como fue determinante para que poco a poco el piragüista creciese y acabase coleccionando metales como los que logró el pasado fin de semana. Un bronce mundial reservado a los elegidos.