«Este es el peor centro de salud de Galicia», vocifera un chico en la sala de espera, «lo leí el otro día en el periódico», sentencia. (Nota mental: así es como la gente lee el periódico). (Nota mental 2: no, ese ránking no existe). «No me extraña», asiente un señor a su lado, que lo sabe todo. Me mira sin parar. Son las 13.00. Se suceden los testimonios, todos dramáticos: uno tenía cita para media hora antes, a otro ya lo hicieron esperar otro día, la médica está de baja y la pobre sustituta... Cosas así. Las 13.05. Llega más gente. Se está gestando una rebelión. El señor me vuelve a mirar. «Yo tenía cita para las 12.20 pero me voy a ir, que me sale la niña del cole», tercia una mujer. Nadie se ofrece. Las 13.10. El señor me mira otra vez. Alguien mira un vídeo en el móvil. (Nota mental 3: cuando era chaval nos abroncaban por ir con auriculares; benditos cascos). Las 13.15. «¿Tú para qué hora tenías?», me suelta, por fin, el señor. Respondo y automáticamente la mujer cuya niña sale del cole se va. Las 13.20. «El chico tenía para las doce», continúa contándoles a todos el señor. Las 13.25. Se abre la puerta. Varias personas se arremolinan para que las cuelen. Por el vano emerge una señora con cientos de años a la velocidad a la que se mueven las personas con cientos de años. (Nota mental 4: ¿seis minutos de agenda?). Detrás va la azorada sustituta que es amabilidad infinita pero no, no cuela a nadie. Las 13.30. Me toca, al fin. (Nota mental 5: Los gestores insisten en que la atención primaria es la piedra angular del sistema, en que es resolutiva, maneja a crónicos, hace consultas telefónicas y da bajas. Tal vez la credibilidad del sistema esté en algo tan simple como en no estar una hora y media en una sala de espera).