Multiplicando el fútbol sala en Chapela

míriam vázquez fraga VIGO / LA VOZ

VIGO

Oscar Vázquez

El equipo redondelano nació con siete niñas y quince años después cuenta con unos 130 deportistas

12 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

«Si juntáis siete niñas, os hago un equipo de fúbol sala». La frase la pronunció Iván Vázquez Figueroa allá por el año 2003, cuando de manera casual se encontró a unas cuantas pequeñas jugando por su cuenta con la pelota en el Pabellón de Chapela. «Al día siguiente aparecieron las siete y así nació el Arealonga», recuerda el fundador del proyecto, que también ejerce de coordinador de la base, presidente y técnico de algunos de los conjuntos.

Aquellas siete amigas se multiplicaron hasta ser 35 chicas al final de esa misma primera temporada. «Y llamaron a la puerta los chicos, así que pasamos a cuatro equipos, al año siguiente seis y ahora ya llevamos varios años entre los diez y los once», señala el preparador. Cuenta que cuando comenzaron en la parroquia redondelana toda la oferta deportiva se centraba en el balonmano y el remo. «Lo entendimos como una labor social y solidaria, darles la opción de practicar otro deporte más sin tener que salir de Chapela».

Con todas las categorías desde biberones hasta sénior, actualmente mueven a unas 130 personas. «Se corrió la voz, hubo una especie de bum inesperado y a raíz de eso salió el club hacia adelante», recalca. También ha calado su manera de introducir a los chavales en la disciplina, con la educación deportiva y la diversión como pilares básicos cuando se inician. «Hay mucho trabajo psicomotriz, ejercicios dinámicos, que estén en contacto con el balón y, sobre todo, que disfruten», detalla.

Considera Vázquez Figueroa que no solo no hay que dar valor a los resultados a edades tempranas, sino que es imprescindible que pierdan para que aprendan a hacerlo. «Hay que formarles antes de nada en el respeto. A los compañeros y a las normas», explica. En ese último punto, dice, los progenitores deben ser los grandes aliados. «Un niño de cuatro años viene a jugar y no va a estar pendiente de si llega puntual. Por eso es importante que los padres sí lo estén y les inculquen que ese tipo de detalles también son importantes para que el funcionamiento colectivo llegue a buen puerto».

Lo que quieren que prime entre sus jugadores son los valores del respeto, la humildad y el compañerismo. «Sobre todo queremos que sean amigos entre ellos y con los jugadores del resto de equipos», señala. Esto se pone de manifiesto con los dos torneos que organizan a lo largo del año, aparte de acudir a los de otros clubes. «Lo mejor es verlos en la grada mezclados, viendo a los demás, charlando o incluso jugando a la consola. Esas amistades son lo más importante».

Sin prestar atención a los resultados en las categorías base, a lo que sí se la conceden es a la evolución de los pequeños. «Al niño que empieza en septiembre, en diciembre ya se le ve un gran cambio que los padres perciben desde la grada y valoran muchísimo», indica. A unos les cuesta más y a otros menos, pero ese crecimiento es lo que se persigue en cada entrenamiento a base de rondos, juegos, trabajo en estrategia y búsqueda permanente de la intensidad, algo «innegociable».

Cuando pasan un par de años haciendo fútbol sala «ya es difícil que lo suelten», asegura Iván. Y van llegando los frutos. «Ha sido fantástico ver cómo niñas que empezaron conmigo hace cinco o seis años y que siempre perdían por goleada el año pasado ganaron la Copa o ahora van primeras en Liga». Porque, matiza, los resultados no son lo básico, pero a medida que los niños crecen «sí hay una evolución hacia la competición que no se puede olvidar cuando se habla de deporte».

Frente a cualidades como la rapidez o la intensidad, además de la técnica y la calidad, el entrenador cree que la mayor virtud de un jugador de fútbol sala es la actitud. «Tardarás más o menos, pero si la tienes vas a crecer como deportista seguro».