La «killer» guardesa que mira a Tokio

VIGO

CEDIDA

Los entrenadores de Tecla Cadilla analizan las claves del éxito de la yudoca tras lograr un bronce europeo

06 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

A los ocho años, Tecla Cadilla (A Guarda, 1995) ya tenía «algo diferente», coinciden los entrenadores de la yudoca, Marcial Romero y Mónica Pacheco. Fue a esa edad a la que empezó a practicar este deporte, los inicios de una progresión que la ha llevado a estar entre las mejores del mundo. La prueba está no solo en la medalla de bronce que se colgó este fin de semana en el Open Europeo de Lisboa, sino también en la lograda a finales del año pasado en Montenegro, entre otros éxitos recientes. El objetivo está claro: «Tokio no es un sueño, pensamos que puede llegar».

Pacheco ensalza unas virtudes de Tecla que ya presentaba a muy temprana edad y de las que no ha perdido ni un ápice por el camino. «Desde el primer momento se le veían unas grandes condiciones físicas. Y a eso le sumaba ser una niña responsable, trabajadora y muy constante», señala. En el debe, y como algo en lo que ha mejorado a pasos agigantados en los últimos tiempos, un carácter excesivamente introvertido. «Con los años hemos conseguido que se soltara, que ganara confianza. Aunque sobre el tatami siempre se volvía mucho más atrevida, el cambio de fuera le ha ayudado a crecer», analiza Romero.

El técnico coincidió por primera vez con la joven promesa del yudo gallego cuando tenía diez años y no pasó desapercibida para él. Cuando a los quince ingresó en el Centro de Tecnificación de Pontevedra, donde desde entonces la tiene a su cargo, ya sabía perfectamente el diamante que tenía ante sí. «Solo le avalaba en ese momento el Campeonato Gallego, pero la presentamos como una deportista con un potencial enorme y el tiempo nos dio la razón», celebra.

Desde que dio ese salto, Mónica (técnica de su club en A Guarda) y Marcial comparten la responsabilidad de entrenar a Tecla y uno de los dos procura viajar siempre con la joven a las competiciones. En comunicación constante. «Nos complementamos muy bien. Cuando un deportista de tu club destaca, tienes que facilitar que salga, que se rodee de gente de su nivel para desarrollarse», dice Pacheco sobre su alumna. Es exactamente así como sucedió con Cadilla.

«Cuando llegó tenía tal explosividad que subía al tatami y ya quería tirar al contrario rápidamente. Había que controlarla. Era una killer y con eso se nace», subraya Marcial. Al tiempo que recuerda que quedaba trabajo por hacer y había muchas etapas por quemar. El hecho de haberse abierto en lo que se refiere a su carácter has sido trascendental. «Hemos conseguido que se abra, que juntos podamos ver los problemas que aparecen en competición y corregirlos. Antes era mucho más difícil».

La prueba más dura

Reconoce Pacheco que cuando Tecla Cadilla volvió a competir a mediados del 2017 tras un año parada por una rotura de cruzado sufrida cuando atravesaba su mejor momento, nunca pensaron que fueran a recuperar tan rápido su nivel. Aquel período coincidía con su paso de júnior a sénior, un obstáculo que superó de la mejor manera. «Aprovechamos ese tiempo para trabajar el tronco superior y mejorar a nivel mental», profundizan los técnicos. Y la yudoca salió muy fortalecida.

Cadilla tendía ya a sentirse superior a sus rivales en las categorías de base porque los resultados la empujaban a ello. «Llegó a confiar más en el talento que en la táctica, cuando a nivel sénior puede haber competidoras que no tengan tu talento, pero con oficio consiguen ganarte», señala Marcial. Los dos se felicitan por haber logrado que lo vea y se lo aplique, pasando a competir con más cabeza, sin precipitarse. «Ha aprendido a leer mejor los combates y a ser paciente, algo que antes le costaba», expresa el preparador. Aunque, añade Mónica, tiene mucho margen de mejora: «Sigue siendo para mí su punto débil. A veces aún se pone nerviosa y duda, pero eso se corrige a base de la experiencia internacional que ya va cogiendo».

El pasado verano, la joven viajó a Japón, donde pasó dos semanas empapándose de la manera de trabajar de algunas de las mejores especialistas de la disciplina que hay en el mundo. Aquello también supuso «un punto de inflexión», valora Pacheco. «Notamos un cambio en su forma de pensar. Dentro de que siempre fue trabajadora, ver de primera mano el sacrificio diario de allí le hizo ver que ese tiene que ser su camino». Hacia Tokio.