El volei como válvula de escape ante el dolor

VIGO

XOAN CARLOS GIL

Su deporte le causó una grave lesión de columna que la obligó a parar y que condiciona su tarea como técnica

05 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El 17 de mayo del 2015 Rebeca Hernández tuvo que empezar de cero. Y no solo porque una dolencia de espalda obligara a la hoy segunda entrenadora del Xuvenil de Teis a dejar el voleibol, sino por todo lo que sigue suponiendo para su vida diaria. Tras una operación, está pendiente de otra, los dolores son constantes -«a veces, insoportables»-, ha perdido fuerza en el pie y lleva más de dos años de baja. Mientras su faceta de técnico le sirve como «válvula de escape» frente a tanto sufrimiento, sigue esperando el momento de que su enfermedad quede en un mal recuerdo.

Pese a que las molestias venían de lejos, Hernández se acostumbró a «tirar para adelante». «Si hacía falta, paraba una semana de entrenar y luego seguía. No le daba importancia», recuerda. Hasta que ya no era solo que no se sintiera en condiciones de jugar, sino que sus problemas físicos comenzaban a interponerse en su vida diaria. Tras unas primeras pruebas, todo apuntaba a una trocanderitis, una inflamación del fémur. Cuando parecía que estaba mejor y los dolores habían remitido, reaparecieron con más fuerza. «Ya era insufrible», recuerda.

El diagnóstico definitivo tras una resonancia fue que se había roto un disco en la columna y que le había seccionado el nervio ciático. Le indicaron que se olvidara del volei y tuvo que pasar por quirófano. «Parece que soy del 1 % que no queda bien después de esa cirugía. Me operaron a los dos meses de dejar de jugar y me aseguraron que todo iba a salir bien, pero no fue así», lamenta. Su lesión no es «una hernia normal» y lo explica diciendo que el dolor de la pierna es «permanente» y que ha perdido fuerza en el pie.

Actualmente, a la espera de la nueva intervención, le han sugerido una fijación de columna como solución. «Estoy buscando otras opiniones y viendo si hay otra solución antes de llegar a eso, porque solo tengo 33 años», recuerda a sabiendas de que no es del todo recomendable ese tipo de intervención siendo tan joven. Pero matiza: «Si con eso tengo la más mínima posibilidad de que cese el dolor y poder mejorar algo, adelante».

Porque Rebeca lucha ahora con una situación muy compleja. «En este momento sufro una incapacidad que me impide trabajar y a entrenar solo voy cuando me lo permite la espalda, ya que hay días en los que no soy capaz ni de salir de casa», confiesa. Admite que si consigue sobrellevar la situación es gracias a su gente y, por contradictorio que suene, también al volei, responsable en gran medida de su patología. «Jugaba de central, posición en la que nos pasamos media vida saltando. Entre esto, mi estatura de 1,92 y la pista que teníamos, que era muy dura e inadecuada, ha sido fruto de un cúmulo de circunstancias», aclara.

Además, Rebeca entona el mea culpa y quiere servir de ejemplo a otros deportistas cuando reconoce que debe asumir como propia parte de responsabilidad. «Influye que igual por la juventud no te cuidas lo que debes, piensas que nunca te vas a tener ningún dolor, que no te va a pasar nada. Hasta que te ocurre: un dolor muy pequeño pasa a ser inmenso y ya no te queda otra que parar por una cuestión de salud», enfatiza.

Segunda entrenadora

Rebeca insiste en que en absoluto echa la culpa de lo que le ocurre al deporte que la conquistó cuando tenía doce años. «Soy la persona que soy gracias al voleibol, por lo que me ha dado, la gente que me ha puesto en el camino, lo que he aprendido, los valores que me ha transmitido desde que era una niña. Sin este deporte sería alguien distinto. No lo cambio», afirma contundente la deportista.

Por eso no es solo que no guarde rencor a su deporte, sino que se siente feliz de seguir vinculada a él como segunda entrenadora, faceta que le sirve como uno de los principales motores para seguir adelante. «Cuando me pasó esto me ofrecieron ser segunda de Celso Veloso, que me conoce desde niña y es mi ejemplo, el entrenador de voleibol ideal», lo describe. Desde entonces forman un tándem que para ella es una especie de tabla de salvación. «No es lo mismo, porque me encantaba jugar, pero sigo en contacto con mi deporte, con las compañeras. Sigo pensando en volei», resume.

En su actual situación, y aunque no ha faltado a un solo partido en casa, sí evita los viajes por el riesgo de convertirse en «una carga» para el Xuvenil. «Viajar con dolores es muy complicado. Temo que me dé fuerte y tener que quedarme en el lugar donde estemos», confiesa. También le limita en el día a día: «Nunca estoy bien del todo y según cómo me encuentre me puedo permitir involucrarme más o menos». De momento, el volei funciona como su mejor medicina.