Familia taekuondista por partida doble

míriam vázquez fraga VIGO / LA VOZ

VIGO

Oscar Vazquez

El técnico encabeza un club de más de 200 deportistas y en su casa lo practica hasta su nieta de tres años

16 oct 2017 . Actualizado a las 05:20 h.

Miguel Meilán empezó a practicar taekuondo a los diez años y hoy, 42 más tarde, presume de que su nieta acaba de comenzar a los tres. Entre medias, más de cuatro decenios durante los cuales el responsable del Tao ha mantenido un estrecho vínculo con este deporte, siendo partícipe de su evolución de la mano del club que fundó en 1985 y transmitiéndole la pasión por él a sus hijos. «El mayor está casado con una taekuondista y tienen otro niño de diez que practica. ¡Las abuelas por las dos partes también lo hacen!», revela.

Para el técnico la faceta de enseñar a los más pequeños -la edad más habitual para iniciarse son los cuatro años- es incomparable. «Me encanta salir con ellos a campeonatos, o simplemente ver cómo progresan día a día. Es una satisfacción enorme y un estímulo ver esa mejora, aunque luego haya momentos de felicidad y otros de tristeza como en todo», indica.

Meilán ha visto crecer a cientos de chavales -en el club son ahora 200- también como personas. Porque asegura que el perfil que más se repite entre los deportistas del Tao es el de taekuondistas que se iniciaron en la infancia y que siguen vinculados mucho más tiempo. Como el propio técnico. «Comencé con una actividad extraescolar cuando prácticamente en Vigo no existía el taekuondo. Ni se sabía lo que era», relata. A él siempre le habían llamado la atención las artes marciales y pidió a sus padres que le inscribieran. Hasta hoy.

«Desde entonces la manera de enseñar taekuondo ha cambiado mucho. Lo que es la disciplina en sí misma es muy viva», asegura. Lo ejemplifica con la tecnología avanzada que se utiliza para puntuar en los torneos, siempre a la vanguardia de manera especial en la modalidad olímpica de combate. Del mismo modo, las clases se adaptan al nuevo perfil más generalizado en los pequeños. «Ahora los niños son más sedentarios. Hace años venían de jugar mucho más en la calle, eran más ágiles. Ahora a los seis años tienes que enseñarles a botar con la pata coja o con los pies juntos», señala.

Porque los primeros pasos en el taekuondo no son específicos, sino que se trata más de una base que sirve como introducción a los elementos propios de este deporte. «En la iniciación se trabaja sobre todo la psicomotricidad y la agilidad. Se trata de formarlos a través del juego y que vayan desarrollando sus cualidades físicas, porque a ciertas edades es más complicado aguantar más carga de trabajo», analiza Meilán. Entre las cualidades que considera primordiales están también la velocidad, la precisión y la técnica. «No necesitas ser un diez en todo, pero sí es importante no bajar del ocho en nada», dice. Y mantiene que con el entrenamiento se puede conseguir más que con cualidades innatas pero nunca sin constancia y sin capacidad de sacrificio, también claves fundamentales.

Cuando se le pregunta a Meilán qué fue lo que le enganchó del taekuondo como para haber dedicado su vida a este deporte, responde que su dinamismo y su capacidad de satisfacer las necesidades de deportistas de todo tipo. «Hay cuatro modalidades (exhibición, freestyle, técnica y combate) que producen sensaciones muy diferentes. Es un deporte con el que disfrutan tanto hombres como mujeres y de todas las edades», subraya.

Lo habitual es tomar contacto con las cuatro posibilidades y a medida que el deportista crece, decantarse por una o dos en las que competir. «Los resultados tienen importancia solo a ciertos niveles. En iniciación prima la formación y el resto es secundario», explica. A medida que crecen lo hace la ambición que les ha llevado a tener campeones de Europa y de España, entre ellos los hijos de Miguel. No niega que el sueño es llegar a tener algún día a un deportista olímpico.

Mientras, Meilán celebra también cómo la percepción que se tiene del taekuondo ha cambiado desde sus inicios hasta hoy para acercarse más a la realidad. «Antes se mezclaba con kárate, kung fu y hasta boxeo. Se creía que era todo lo mismo. Hoy todo el mundo sabe que no tiene nada de violento, sino que es un deporte de contacto controlado».