Con el regreso a la aldea en el 2002 las relaciones familiares se deterioraron. Su hermana tiene otra finca y una casa que linda con su muro. Domingo cree que su sobrino, Odilo Álvarez, que fue concejal del BNG, «aspiraba a quedarse con mi finca» y «como no se la quería vender me hizo la vida imposible y me denunció». Además le puso al lado siete perros «que ladran por las noches y no puedo dormir».
Como el hombre no tiró la casa en estos quince años, el ORAL le impuso tres multas que suman, con los intereses, 4.778 euros. «Me embargaron la cuenta del banco», señala el jubilado, que solo cuenta con su pequeña paga. «No tengo dinero para encender el gas y tengo que cocinar con leña», relata en la exigua cocina de su casa. Su situación, con la llegada del invierno, es tan precaria que no dispone de dinero para calentarse y se abriga con mantas en una casa llena de humedad.