Del infierno a lo más alto del podio

JUAN ARES VIGO / LA VOZ

VIGO

cedida

Gabriel Marcelli, campeón en las categorías base de trial, ganó en Baiona después sufrir un brutal accidente que le desfiguró la cara y le llevó dos veces al quirófano

23 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Gabriel Marcelli es un joven campeón de trial que desde su O Rosal natal sueña con emular a sus grandes ídolos, entre los que están Toni Bou y Jorge Casales. A sus quince años ya sabe lo que es proclamarse campeón de España en todas las categorías por las que ha pasado. En el 2012 consiguió el primer título nacional en juveniles, que repetiría un año más tarde. En el 2014 daba un paso más al ganar la categoría de cadetes. Y en el 2015 iba encaminado hacia el campeonato de España júnior cuando sufrió un terrible accidente mientras entrenaba en la localidad coruñesa de Teo.

Gabriel aún recuerda cómo fue aquel día en el que bajó al infierno: «Estaba saltando de una piedra a otra, pero sin mucha dificultad, tanto que mi padre, que es mi entrenador, estaba algo lejos en ese momento. En una de esas la rueda patinó y me fui de cabeza contra la roca. Me llevé todo el golpe en la cara. Menos mal que no perdí el conocimiento y pude llegar andando hasta donde estaba mi padre. Sabía que me había hecho mucho daño, pero no me dolía realmente demasiado en aquel momento».

Los daños de la caída fueron brutales. En trial los cascos son abiertos y el impacto contra la roca lo recibió en plena cara. El resultado fue fractura de cráneo, nariz, mandíbula por cuatro sitios, arrancamiento de cinco piezas dentales y de hueso, y fractura de vértebras C1 y C2. Gabriel fue evacuado en una UVI móvil a Santiago y operado de urgencia para estabilizarlo, con síntomas preocupantes al perder sensibilidad en los brazos tras el aplastamiento de las vértebras. Gabriel recuerda que al tercer día se miró al espejo: «No me reconocía, flipaba con lo que estaba viendo».

Para Marcelli comenzaba una pesadilla que le ha llevado a pasar dos veces por el quirófano para reconstruir su mandíbula y su nariz y todavía quedan otras tantas para quitar las placas de titanio que le pusieron e implantarle un hueso que le falta en la mandíbula, además de volver a operarse la nariz porque tiene el tabique torcido.

Con semejante panorama, parecía que el Campeonato de España de este año estaba perdido, pero una semana antes de la prueba de Baiona, disputada el pasado domingo, los médicos le dijeron que podía volver a montar en moto. Gabriel se probó en las rocas del Parador de Baiona y el domingo salió, con poca fuerza, sin pensar en ningún momento en ganar: «Iba muy nervioso, no podía hacerme daño otra vez y al principio estaba inseguro». Pero su fuerza mental le hizo superar zona tras zona y al final consiguió un triunfo que suponía para él la salida del infierno.

Ahora Gabriel hace sus cuentas en su casa de O Rosal. Le queda la última prueba dentro de tres semanas en Barcelona y, si se clasifica entre los diez primeros, se proclamará por cuarta vez campeón de España, la primera en categoría júnior. Poco a poco recupera el tono muscular y la fuerza que necesita sobre su Gas Gas de trial.

Y es que antes de su accidente había comenzado para él un futuro prometedor que ahora parece recuperar al ofrecerle la Federación Española de Motociclismo un puesto en su equipo júnior de promesas, para debutar en el Campeonato de Europa y en el Mundial, un sueño para Gabriel. Y ahora solo le queda concretar una marca con la que correr el próximo año, ya que Gas Gas ha cesado su actividad. Sherco puede ser su próximo destino, aunque otras marcas se han fijado también en él tras su éxito en Baiona.

Gabriel aún sonríe cuando piensa que «menos mal que este año cambié de instituto y cuando llegué a clase tenía otros compañeros que no me conocían de antes del accidente». De momento unos dientes postizos y alguna cicatriz, cuando se mira al espejo, le recuerdan el mal trago que pasó en Teo aquel día maldito de julio. Pero sabe que todo eso se curará y que lo importante es seguir su camino, el de un campeón con una fuerza mental impropia de un chaval de quince años.