Esto sucede porque ha conseguido desactivar a la oposición, un BNG que le nombra alcalde pero rechaza gobernar, y un PP que cuando los nacionalistas se cansan de ser muleta del PSOE se ofrecen como esquiroles sin obtener la menor muestra de agradecimiento. Con este sistema Caballero ha podido seguir aprobando presupuestos sin grandes problemas, humanizando la ciudad por todas las esquinas pese a las críticas iniciales de los demás grupos, llevando a los escolares a aprender inglés al extranjero (a lo que se oponía el BNG) y cuadrando el círculo al disponer de los votos del PP para aprobar el presupuesto y pese a ello atacar con dureza, día sí y día también, al presidente de su partido socio que lo es también de la Xunta.
A la vista de los resultados del trabajo de Sondaxe, la estrategia del victimismo ante el Gobierno gallego le refuerza. Con la Xunta no tiene trato alguno, le torpedea el nuevo hospital, la ningunea a la hora de construir la nueva depuradora mientras su amiga Elena Espinosa era ministra de Medio Ambiente y trata de puentearla en Madrid cuidando su relación con la ahora titular de Fomento, Ana Pastor. Y sus ataques diarios a Santiago tampoco le pasan factura inversora ya que ninguna consellería tiene proyectos pendientes en la ciudad. Como quedó claro con las cuentas del 2015, resuelto el hospital de Beade y con la depuradora del Lagares enfilando la recta final, lo demás es calderilla. Por tanto, puede permitirse el lujo del ataque constante en la seguridad de que no hay espacio para a la represalia. Y por parte autonómica, la creación de una delegación en Vigo no ha servido de contrapeso al omnipresente poder municipal que caracteriza a Vigo desde hace décadas.