El nebuloso escándalo de Oia

VIGO

22 oct 2014 . Actualizado a las 13:44 h.

El papa Francisco fue elegido hombre del año por la revista Time en el 2013. Se hizo acreedor al reconocimiento por sus gestos y sus promesas de cambio. Entre estas últimas hubo una especialmente aplaudida: denunciar ante la justicia penal los presuntos abusos sexuales cometidos en el seno de la Iglesia católica. Entendía así que una cosa es el derecho canónico, con sus procedimientos y sus tiempos, y otra bien distinta los tribunales ordinarios.

En diciembre del 2012, el obispo de Tui-Vigo tuvo conocimiento de las irregularidades cometidas por el fundador de grupo Orden y Mandato de San Miguel Arcángel, una asociación religiosa que se está haciendo famosa por las prácticas sexuales que tenían lugar en su sede del municipio de Oia. Según la única nota que la diócesis ha tenido a bien difundir hasta la fecha, monseñor Quinteiro Fiuza tardó seis meses en nombrar un visitador canónico para informarse de lo que estaba sucediendo en las habitaciones del centro entre el presidente migueliano y sus jóvenes «consagradas». Luego, tardó otros ocho meses más en apartar cautelarmente a Miguel Rosendo (así se llama el individuo) de todas sus funciones debido a su «conducta moral». Para entonces, ya era marzo del 2014. Y el Obispado, finalmente, hizo pública su decisión el pasado 9 de octubre en un comunicado que nadie supo interpretar por su calculada ambigüedad, y cuando el pájaro ya había volado para montar otro nido en Madrid. Hasta que la prensa ha explicado algunos pormenores del caso, no se sabía de qué diablos se hablaba. Hoy, quedan demasiadas preguntas sobre la mesa sin responder a propósito de este escándalo: ¿por qué se tardó tanto en actuar e investigar?, ¿por qué la diócesis no ha llevado el caso a los juzgados de la calle Lalín?, ¿por qué esa falta de transparencia que parece miedo? ¿por qué contribuir a la nebulosa y anclarse en los tiempos de esa Iglesia que tardó 359 años en perdonar a Galileo y aceptar que la Tierra gira alrededor del Sol?, ¿por qué no seguir la doctrina del actual pontífice?

diego.perez@lavoz.es