Eugenia celebra los 105 años de una vida difícil

Maruxa Alfonso Laya
maruxa alfonso RIBADUMIA / LA VOZ

VIGO

CEDIDA

La vecina de Salvaterra vive en un geriátrico de Ribadumia y no se medica

12 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Existe la teoría, no demostrada, que dice que son los que más se cuidan y los que menos disgustos reciben quienes alcanzan una mayor longevidad. Pero Eugenia Martínez, una vecina de Salvaterra de Miño, ha conseguido echar por tierra todas estas creencias populares. Reside en el geriátrico de Ribadumia y allí celebró ayer, por todo lo alto, sus 105 años de edad. La de su vida no es una historia de color de rosa, más bien todo lo contrario. Y será quizás por lo mucho que ha tenido que pelear, que ha superado con creces el siglo de vida. Lo ha hecho con nota, pues cuenta su nieto que ni toma pastillas, ni tiene dolencia conocida. Bueno, de un oído no oye demasiado bien.

La de Eugenia es una historia triste, típica de los tiempos de la guerra. A los siete años comenzó a trabajar sirviendo en una casa de Vigo, «e dicía que o can dos donos vivía mellor ca ela», recuerda su nieto, Alfonso Romano. De su primer marido tuvo dos hijas. Pero la Guerra Civil la dejó viuda y sin recursos, por lo que tuvo que volver a casa con sus padres. Fue entonces cuando vivió una de las circunstancias más dolorosas de su vida. Su padre la obligó a dar a su hermana a una de sus hijas. Esta residía en Lugo y no podía tener familia, mientras que en Salvaterra eran demasiadas las bocas a alimentar y muy pocos los recursos. «Miña tía sufriu moito porque sempre quixo ter irmáns. E ela quería vir aquí a ver aos seus primos», relata Romano. Lo curioso es que la mujer nunca supo quién era su madre. Hasta que se casó.

Eugenia volvió a casarse y tuvo un tercer hijo, en este caso varón, que nació sordo. Pero pronto su marido la abandonó, dejándola con dos bocas que alimentar. Además de servir en las casas, se dedicaba a la venta ambulante de pescado. Todas las mañanas iba a Vigo en tren para comprar mercancía que, posteriormente, vendía por la zona de Salvaterra. «Iba de porta en porta, vendendo para aquí e para Portugal», recuerda. A los 75 años sufrió un nuevo revés y es que perdió a una nuera, teniendo entonces que ocuparse de dos de sus nietos, de 5 y 8 años de edad.

A pesar de todos los disgustos que vivió, Eugenia se conserva de maravilla. «Pasei toda a vida traballando», explica desde la silla en la que la han sentado para celebrar, con todas sus compañeras, sus 105 años. Y ni siquiera le hace falta medicarse, asegura su nieto. Quizás porque está acostumbrada a pelear, esta mujer ha conseguido llegar a los 105 con una salud y una lucidez mental envidiables. Ayer estaba feliz. Su nieto había venido a verla por sorpresa. «Estou contenta que teño ao neto ao meu lado», relató.

En el geriátrico de Ribadumia no quisieron dejar pasar la oportunidad de celebrar el cumpleaños de Eugenia. Por eso le regalaron una tarta, cuyas velas sopló esta centenaria sin problema ninguno acompañada de su nieto. Sus compañeras le dedicaron unas palabras y le cantaron el cumpleaños feliz. «Eres nuestra abuela. Sigue así de bien», le dijo una de ellas. Y el personal del centro le regaló una planta. Fue una jornada festiva porque no todos los días se consiguen cumplir 105 años. Muchas felicidades.

Su padre la obligó a dar a su hermana una de sus hijas cuando enviudó