El marisqueo regresa a Arealonga entre denuncias por el furtivismo

Luis Carlos Llera Llorente
luis carlos llera CHAPELA / LA VOZ

VIGO

ADRIAN SANTASMARINAS

Las trabajadoras vuelven al arenal chapelense tras 7 meses de ausencia

22 ago 2013 . Actualizado a las 12:01 h.

La playa de Arealonga ofrecía ayer por la mañana una imagen poco habitual. Había escasos bañistas, debido a la niebla que refrescaba el ambiente, con una temperatura que apenas rondaba los 20 grados. En cambio estaba lleno de mariscadoras, que llevaban siete meses sin recalar en este arenal.

Las trabajadoras de la cofradía de Cesantes denunciaron ayer la existencia de numerosos furtivos en esta playa de Chapela, en Redondela. «Hay gente que viene todos los días a mariscar sin tener autorización para ello», aseguraba una de ellas.

El colectivo está formado mayoritariamente por mujeres que, provistas de azadas y rastrillos, excavaron ayer en la extensa orilla buscando bivalvos. «Desde el mes de enero no estábamos aquí», advertía Milagros, una de las mariscadoras. Suelen trabajar, preferentemente, en Cesantes y en otras playas situadas en el interior de la ría, ya que son más ricas en moluscos. «Pero hemos aprovechado que había mucha playa al descubierto porque la marea ha sido muy fuerte y hay mucha bajamar», señalaban las trabajadoras.

A pesar de remover durante horas el fango de la orilla con rastrillos, había poco marisco en Arealonga. Prácticamente ninguna trabajadora llegó a coger el tope máximo permitido. Las cuotas autorizadas eran dos kilos de babosa, dos de almeja fina, ocho de japónica y diez de berberecho.

El día anterior, en la lonja de Vigo, donde comercializan sus capturas, la almeja fina, que es la de mayor tamaño, había alcanzado los 23 euros el kilo. En un día afortunado un mujer puede llevarse a casa 60 euros. Pero las jornadas de faena son contadas, apenas ocho o diez al mes. Como tienen que pagar la Seguridad Social como trabajadoras autónomas (lo que les cuesta 200 euros), es difícil que superen los 500 euros de ingresos netos mensuales. «Nos tendrían que dejar trabajar más días», señala una de las que faenan con el rastrillo.

Además de la escasez de días hábiles se añaden las dificultades causadas por la pesca ilegal de los buscavidas. Una de las vigilantes insiste en que «hay furtivos todos los días». Las propias mariscadoras reclaman mayor vigilancia.

El esforzado trabajo de las mujeres en la orilla era observado ayer por un veterano pescador que se quejaba de cómo han empeorado las condiciones de la ría en los últimos años. Este marinero recordaba cómo se hizo en su día el relleno de Bouzas para beneficio del grupo PSA. Entonces estaba de presidenta de la Autoridad Portuaria Elena Espinosa que, con los años, acabaría convirtiéndose en ministra de Pesca y de Medio Ambiente. El de Bouzas no es el único relleno que ha perjudicado el marisqueo en la ría, pero lo recuerda de forma recurrente: «Aquello se hizo echando tierra al mar sin las medidas de protección y seguridad pertinentes. Hubo rocas de la ría que se llenaron de fango y los peces no se podían refugiar en ellas». Concluye el viejo pescador que «el fondo del mar está muerto».