El ingeniero aún sorteará el debate que se abre en Washington por financiar unas bases en medio de la nada cuya bandera y titularidad no están claras. Y, a la disputa política, se superponen los avances técnicos. El Graff Zeppelin había cruzado el Atlántico en 1927 con 20 pasajeros. Y el gigante Hindenburg promete viajes transoceánicos para 50 viajeros.
Mazazo
Pero el mazazo definitivo lo daría la PanAm. Primero, contratando seis hidroaviones capaces de cruzar entre América y Europa. Luego, anunciando la inminente construcción de aviones de larga distancia, con autonomía para más de diez mil kilómetros. Hundido, Edward R. Armstrong ve como su proyecto se desmorona. La gran ruta aérea mundial entre Nueva York y Vigo se convierte en una anécdota de la historia, superada por los avances tecnológicos.
Durante la Guerra Fría, el inventor aun intentará dar uso a los seadromes, creando una red de bases militares para interceptar misiles nucleares de la Unión Soviética. La CIA y el Departamento de Estado llegan a financiarle para que los desarrolle. Pero muere en 1955 sin ver realidad sus sueños.
Armstrong no sabrá nunca que su tecnología sentó las bases de las plataformas petrolíferas. Y Vigo también será ajena a que, en una época de entreguerras, estuvo a punto de convertirse en el aeropuerto más importante del mundo.
El 28 de octubre, con el Lunes Negro, la financiación desapareció
la bujía del domingo Por Eduardo Rolland
La carrera por los vuelos comerciales entre América y Europa se desató en 1927