La revolución de «Pases pro bus»

Eduardo Rolland
Eduardo Rolland VIGO / LA VOZ

VIGO

ESCANEADA

Brasil arde hoy con el movimiento «Pase libre». Recuerda la revolución que vivió Vigo hace 33 años

30 jun 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

L a subida del billete del autobús ha desatado una revuelta general en Brasil en plena Copa Confederaciones. Lidera las protestas el Movimiento Pase Libre (MPL), que pide un transporte urbano más barato. Aunque, en el fondo, subyace el malestar con la insuficiente educación, sanidad y servicios públicos. La movilización ha conmocionado a la presidenta Rousseff y a medio mundo. Pero de novedad tiene muy poco. Porque el fenómeno recuerda a la asombrosa revolución que vivió Vigo hace ahora 33 años. Bajo el lema Pases pro bus, los estudiantes vigueses se levantaron en 1980, generando enormes disturbios y apedreando o incendiando casi la mitad de la flota de Vitrasa.

El saldo de aquella revuelta no fue menor. De los 119 autocares con que contaba Vitrasa, un total de 56 fueron destrozados en apenas seis meses. Y los que se salvaron viajaban escoltados por furgonetas de la policía antidisturbios.

Las protestas se iniciaron en septiembre de 1980, cuando comenzaron a celebrarse asambleas de alumnos en los institutos Santa Irene, Coia 2 y Coia 4. Se constituyó una Coordinadora Aberta de Estudantes, para canalizar las quejas, que tenían por bandera lograr una tarjeta de descuento en los viajes. Aunque, en el fondo, estaba la crisis galopante y una democracia que no terminaba de arrancar. Como prueba de ello, Tejero daría un golpe de estado sólo cinco meses después.

En la Coordinadora había política, pero todavía no se articulaba en organizaciones juveniles de partido definidas. Entre los líderes espontáneos del movimiento había una amalgama de siglas e ideologías. De alguna forma, los alumnos imitaban a sus hermanos mayores, que vivían años durísimos de movilizaciones ante el desmantelamiento del sector naval. El resultado derivó en una ciudad en guerra.

En octubre, las asambleas se extendieron a Maestría y a los institutos de Teis y O Calvario. Comenzaron a aparecer pintadas -Pases pro bus- y se celebraron pequeñas concentraciones. Pero todo se radicalizó a partir de noviembre. Desde ese mes y hasta Navidad, todos los días se cortaba el tráfico por la mañana en la plaza de América y en Policarpo Sanz. Y comenzó la caza de los autobuses, como una guerra de comandos.

El día más dramático fue el 27 de noviembre de 1980. Solo en esa jornada, 30 autobuses de Vitrasa fueron destrozados. Cuando los autocares se detenían en las paradas, los estudiantes les pinchaban las cuatro ruedas. Se forzaban los depósitos de combustible para echar azúcar en su interior. Y se paraban los vehículos y se hacía salir a los pasajeros para, posteriormente, apedrearlos hasta que no quedaba un solo cristal entero.

Quienes recuerdan aquella revuelta, tienen en la memoria imágenes propias de una intifada o de la guerra del Ulster. En días sucesivos, catorce autobuses fueron incendiados con cócteles molotov por los estudiantes vigueses. El 1 de diciembre, Vitrasa cifraba los daños en dos millones de pesetas, una pequeña fortuna en 1980.

Para sofocar la rebelión, el gobernador civil de Pontevedra ordenó traer de Zamora a cien agentes antidisturbios. A partir de diciembre, en todas las líneas que atravesaban el centro viajaba un policía con escudo y casco junto al conductor. Además, coches patrulla y furgonetas policiales daban escolta a muchos autobuses.

El 17 de diciembre pudo desembocar en una tragedia. Aquella mañana, dos autobuses eran apedreados por completo frente al instituto Coia 2. Y la policía cargó, disparando balas de goma y gases lacrimógenos. Los estudiantes se refugiaron en el centro. En el Santa Irene, los antidisturbios entraron en las aulas, disparando botes de humo contra los alumnos. Y, en la plaza de la Industria, un policía que viajaba en un Vitrasa, al verse rodeado, bajó del vehículo, sacó su arma reglamentaria y efectuó varios disparos al aire.

Concello y concesionaria, mientras tanto, celebraban reuniones para intentar crear un billete económico. Pero Vitrasa se negó en redondo, aduciendo que el servicio no sería rentable. Su única medida fue instalar cristales blindados en los autobuses, ya a partir de enero de 1981. Pese a ello, los estudiantes lograron aun destrozar a pedradas los parabrisas de otros veinte autocares en los meses sucesivos.

Con el paso de los meses, el conflicto de ?Pases pro bus? se fue diluyendo. De las asambleas y de la Coordinadora Aberta de Estudantes saldrían años después algunos políticos locales bien conocidos. Alguno llegaría a ser miembro de la corporación municipal.

Hacia la primavera de 1982, las protestas se habían suavizado. Ya sólo había «coladas generales», en las que los estudiantes tomaban los «vitrasas» por asalto para viajar gratis. Y, aquel verano, mientras Naranjito animaba a Camerún en Balaídos, la revolución concluyó sin mayor gloria. No hubo bonos hasta muchos años después. Tampoco marquesinas en las paradas, otra de las demandas del movimiento. Pero en la memoria de toda una generación quedó aquella revuelta impresionante y un lema para la historia: Pases pro bus.

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