De turismo por Vigo hace un siglo

VIGO

Vigo a comienzos del siglo pasado en una foto de Pacheco.
Vigo a comienzos del siglo pasado en una foto de Pacheco.

La «Guía del turista» de 1912 nos ofrece una estampa de la urbe de hace cien años, «la más moderna ciudad de Galicia con casas de elegante construcción»

19 may 2013 . Actualizado a las 21:12 h.

Antes de que se popularizase touroperadores, agencias, guías, consellerías, concejalías y ministerios de Turismo, ya se vendía Vigo como un destino para el viajero. Hace un siglo, en 1912, la Guía del Turista: Mondariz-Vigo-Santiago, editada en castellano e inglés, animaba al visitante a conocer una ciudad con encanto, en su ruta hacia el Gran Hotel Balneario de Mondariz, auténtica meca de vacaciones para la sociedad elegante de la época.

La obra, editada por Herederos de Ribadeneyra, cantaba las maravillas de Vigo, ya por entonces una ciudad de 41.200 habitantes, que era «capital de su partido judicial» y disponía de Comandancia Marítima y residencia del Gobierno Militar.

La Guía del Turista de hace 101 años nos presenta un Vigo próspero, dotado de importantes servicios y administraciones. Así se asegura en el preámbulo sobre la ciudad: «Tiene Escuela Superior de Industrias, Escuela Observatorio Meteorológico, Juzgado de primera instancia, Registro de la Propiedad, Cámara de Comercio, Industria y Navegación, Comandancia de Artillería, de Ingenieros, Parque Administrativo de Suministros, Hospital militar y civil, Aduana y Estación Sanitaria de Primera Clase».

Desde 1873 disponía Vigo del llamado Cable Inglés, que era la mejor comunicación entre el continente e Inglaterra. Eso, unido a su pujante puerto, hacía de la ciudad la auténtica capital diplomática de Galicia, con 37 consulados, con todos los americanos, incluidos los EEUU. Y de Europa, de lugares tan lejanos como Rusia, Grecia y Turquía.

No en vano estaban aquí radicados 21 despachos de compañías de vapores, entre ellas la Sudamerikanische, la Hambourg America Line, la Mala Real Inglesa o la Norddeuscher Lloyd. Tenía Vigo, según la Guía del Turista, 13 farmacias, 15 abogados y 35 médicos. Y su vida social se animaba con el Círculo Mercantil, Casino de Vigo, Tertulia Recreativa, Recreo de Vigo, Sociedad Coral La Oliva y Círculo Católico.

Para moverse por la ciudad y su campiña había tres alquileres de coches de lujo (todavía de tracción animal): Bao, Fernández y Herrador, los tres en la calle Colón. Y, para alojarse, se recomendaba el Hotel Moderno, en la Porta do Sol, con hospedaje entre 10 y 15 pesetas, desayuno incluido. Pero ya brillaban también el Universal, el Colón, el Victoria, o el Hotel Europa, en Príncipe.

Se rinden a la modernidad de Vigo los autores de la guía: «Situado en la falda del monte del Castro, coronado por el castillo de este nombre, se extiende por la margen de la ría. Es la más moderna de las ciudades de Galicia; su rápido desarrollo debelo a su situación geográfica, adecuada como ninguna otra de la Península, a las operaciones marítimas comerciales con América; a su magnífica bahía, reputada como la mejor de Europa; al tráfico que originan las producciones del país, a su clima, el más benigno y saludable; a la belleza y fertilidad de su comarca y al gran desarrollo alcanzado por su industria de conservas de pescado».

El Vigo del momento es una urbe hermosa, que asombra al visitante: «La población tiene aspecto comercial. La parte moderna está formada por espaciosas calles, cuyas casas son de sólida y elegante construcción. Maravilla no sólo el número de edificaciones que se levantan, sino la belleza de muchos edificios particulares que atraerían la atención del viajero aún en las capitales de primer orden».

Aún conserva su tipismo marinero el viejo burgo marinero: «El barrio de la Ribera o del Berbés ofrece un aspecto singularísimo; está constituido por las casas de los pescadores y en él se efectúan las operaciones marítimo-mercantiles en la Bolsa del Pescado, próxima a la dársena, a la que acuden numerosas embarcaciones, conduciendo el pescado cobrado durante el día. La guía turística añade: «Para Madrid y algunas otras poblaciones de Castilla, así como para la provincia de Orense, se extrae diariamente gran cantidad de pescado».

La industria viguesa de la época también se cita en la guía, para que el turista se haga una idea de una ciudad volcada en la idea de progreso, paradigma de la época: «Hay en Vigo dos grandes fábricas de fundición y talleres de construcción de máquinas, una de ellas la del Sr. Sanjurjo, establecimiento que honra a Galicia; debe ser visitado por el viajero curioso. Hay una fábrica de papel continuo llamada La Cristina, dos magníficas fábricas de curtidos, dos de puntas de París, una de serrar maderas, cinco de jabón, tres de chocolate (una de ellas de vapor), una de gaseosas, muchos molinos harineros y todas aquellas industrias que son comunes a los pueblos de esta clase e importancia».

Decir que Vigo está asentada en un entorno paradisíaco no es novedad. Hace un siglo ya se destacaba lo mismo: «Los alrededores de Vigo son verdaderamente encantadores. De un lado, una campiña deliciosa, en donde se ven infinidad de quintas, villas y chaléts con sus lares y jardines, embelleciendo un paisaje de suyo admirablemente hermoso. De otro lado la ría, que es más bien un lago».

Para rematar, la Guia del Viajero de 1912 elogia algo que, aún hoy en día, es un espectáculo único. Y que apenas disfrutan quienes ?muchos impulsados por las pobres comunicaciones ferroviarias de hoy- sólo conocen el puente de Rande y el coche: «Ir en tren de Pontevedra a Vigo: siguiendo la línea férrea, la margen de la ría de Vigo, cuyo panorama se desarrolla ante la vista, aparece como una espléndida decoración de magia».