Ángel González, uno de los coordinadores del proyecto junto a Santiago Pascual, explica cómo funcionará el biobanco: «Todos los parásitos que identifiquemos en la recogida de muestras en el mar serán bancarizadas, lo que implica que habrá un control exhaustivo desde el principio. Habrá una trazabilidad. Se va a saber todo no solo de los parásitos, sino los perfiles de ADN o de la proteína que vayamos extrayendo de cada uno de ellos».
La aplicación práctica de esta iniciativa pionera será que lo más lejos que se estará de una información exhaustiva sobre el lugar en el que ha sido capturada la muestra, de qué pez viene o qué procesos se han seguido hasta llegar al banco, será un clic de ordenador. Es una herramienta sin ánimo de lucro que se compartirá con todo el que lo necesite, lo que se traduce en un ahorro de costes para la comunidad científica. «Podrá llamarnos un investigador desde Japón, Estados Unidos o Filipinas para pedir muestras. Se evitaran el esfuerzo de salir a capturar el pez, coger el parásito, etc.», explica Ángel González.